Por Andrés Vera Díaz
La renovación en el Partido Acción Nacional está en puerta, bueno, digamos la entrega de estafeta de la dirigencia, porque el concepto inicial refiere a la novedad como cambio estructural y de práctica, no solamente el movimiento del mando.
Debe ser este martes 15 del presente mes, cuándo deba publicarse la convocatoria para tal efecto y entre quienes han hecho pública su intención está el eterno aspirante Ricardo Flores Suárez del Real (El Chicarcas), ultra reaccionario panista y cuñado de la diputada federal, Noemí Luna Ayala.
Por el otro lado, José Viramontes (Pepe Pasteles) quien se ha enfocado en últimas semanas, a demeritar el trabajo de la actual dirigente Verónica Alamillo, cuestionando los resultados electorales, (aunque tampoco se atreve a señalar la alianza con el PRI como factor de detrimento).
Los reproches a la actual dirigencia se endosan a Miguel Varela, como principal impulsor del CEE, pero aún así, algunos cuadros blanquiazules intentan impulsar alguna carta varelista -en el perene tenor de que per se, el alcalde capitalino tiene capital político-, pero no existen elementos de peso que puedan sacar avante el compromiso.
El diputado Pedro Martínez y el desastroso ex alcalde de Calera, Reynaldo Delgadillo han preferido no apuntarse de manera pública, es que sus cartas credenciales no ajustan, mucho menos si su apadrinamiento proviene de Varela, quien ya tiene afectados en el camino, pues está plagando a la alcaldía capitalina de ex trabajadores de Tlaltenango, incluidas asistentes «legislativas» y hasta hermanos, que días atrás ya buscaban casa en la ciudad para asentarse. Viva el nepotismo blanquiazul.
Mientras tanto, no les queda de otra que apoyar a Jorge Romero y Santiago Taboada como los próximos dirigentes del PAN a nivel nacional. Los padres del «Cártel Inmobiliario», comprobado a todas luces, secuestrarán al partido para franquiciar el esquema de privatizaciones dónde gobiernan.
Su ideología, negocio particular con el erario público, y muestras de lo anterior, es la intentona ya avanzada de hacer lo propio con el rastro municipal y la renta de patrullas municipales (acordémonos de los esquemas de negocio que Cuauhtémoc Calderón operaba en su paso como alcalde).
Así, han mostrado una y otra vez su esencia derechista. El partido se fundó en 1939 por empresarios, banqueros, terratenientes e intelectuales de derecha, para oponerse al movimiento progresista y antiimperialista que encabezó el presidente Lázaro Cárdenas del Río. Hoy, su línea práctica sigue en el mismo camino, con la tendencia de que la privatización «mejora la competitividad y la calidad de los servicios», pero al amparo de ese poder, solamente han beneficiado a grupos de poder vinculados al «Yunque», empresarios españoles y asociaciones civiles radicales retrógradas y conservadoras.
Pero entre se debaten quién encabezará una militancia históricamente raquítica, con chispazos de poder y la eterna pelea por las plurinominales, Noemí Luna ha comenzado una campaña mediática de presencia en medios (con poco éxito), porque en la mira del 2027, se asume como una posibilidad en el marco de falta de liderazgos reales en la oposición.
Obtener la dirigencia estatal (por medio de su cuñado), busca tentativamente negociar las cargas en candidaturas y hasta encabezar la fórmula senatorial. Mientras Pepe Pasteles no avizora un apadrinamiento directo -o expuesto-, parece fiarse más de la decepción en el pasado proceso electoral.
Y en dado caso, quien ocupe el cargo. ¿pugnará por la continuidad de la alianza rumbo a la sucesión gubernamental?