Por Andrés Vera Díaz
Luego de un largo proceso legal iniciado días después del 2 de junio, finalmente la Sala Superior del TEPJF se decantó por validar la elección en la capital zacatecana y otorgar el triunfo a Miguel Varela, candidato del PRIAN.
El resultado deriva de relegar al Partido del Trabajo de la coalición original. La diferencia con la que ganó el panista fue de tres mil 301 sufragios contra el aspirante de Morena-Verde, Jorge Miranda. Para este 2024, el partido de la estrella obtuvo 2830 votos, lo que hipotéticamente habría representado una diferencia de 1471 votos, pero además, con la característica de que la campaña, dirigida particularmente, no signó los esfuerzos del instituto político «apestado» por la Nueva Gobernanza y la secta «davidista – veroniquista» a la promoción electoral.
La misma dinámica obedeció en la conjugación de la competencia electoral en otros municipios y distritos locales. La mayoría que no es mayoría en la LXV Legislatura, dependerá de las acciones que determine el grupo parlamentario de la estrella, demostrado ya en como se gestó tímidamente la aprobación de la Reforma Judicial en Zacatecas.
Así, no existe forma de demostrar un poderío político pertinente. Si bien, la elección federal fue en casi su totalidad para el oficialismo, la diferencia que expresó el electorado, evidencia la capacidad de discernimiento entre los planes y acciones que emanan del lopezobradorismo y sheinbaunismo, al del dueto zacatecano que ha preferido la imposición primitiva al convencimiento social.
Por eso, es claro que Varela no ganó en términos meramente políticos, sino hicieron perder a Miranda, porque en la conjugación de esfuerzos, se advierte que el ahora ex alcalde, operó con el apoyo tácito de ese morenismo caciquil y sectario. A final de cuentas, en la lógica de alianzas, el Verde debía disciplinarse.
Ahora, ya con resultados en mano y con la evidente crisis política que se enfrasca en promover la Nueva Gobernanza, en el marco de resultados raquíticos, pifias mediáticas y secretarías que no han dado ningún positivo, el gobernador David Monreal tendría que dar señales de recomposición en cargos clave. En la antesala de su «tercer informe», dijo que habría cambios significativos, hasta el momento solamente subsecretarías de bajo perfil.
Pero la llegada de Varela modifica el tablero y presupuesto político rumbo al 2027. Si bien su equipo no es precisamente antagónico de lo que reprochan -pues también son enormemente sectarios, elitistas y con claras señales de intolerancia-, que sea alcalde de la capital le permite tener un foro visible para convertirse en contraposición de facto al gobierno estatal.
Cualquier negativa o desliz de David será evidenciado, pero al mismo tiempo, los escenarios en los que por institucionalidad debiesen compartirlos, pueden convertirse en la pesadilla del «gobernador». Demostrado con el temor a presenciar la rendición de protesta del panista el 15 de septiembre. En su lugar, el único que a costa de todo, se asume como el parapeto del gobierno estatal -y más de David -, quien recibió los abucheos ganados a pulso en el evento. Rodrigo Reyes solamente recibió los balazos, mientras el que se dice mandatario estatal, se placeaba -otra vez- en municipios dónde peligra se aticen disidencias al caciquismo morenista entre mantos «protectores».
No solamente la capital como la trinchera blanquiazul, tenderá a minimizar a los aspirantes priistas para asumir agendas y decisiones estructurales que enruten candidaturas rumbo al 2027, sino que deberá decidir si su papel opositor llevará cierta congruencia. La construcción del viaducto elevado -mismo que Varela se decantara en contra- podría dar activos importantes y sumar en la operatividad a grupos detractores, sino conjugarlos para reafirmar de manera paralela, la suma de cuadros firmes. Sin embargo, el panista tiene antecedentes de que le gusta el negocio y el cochupo. En su paso como alcalde de Tlaltenango registró severas acusaciones de fraude en la venta de casas, terrenos y hasta un aparato médico de costo millonario que fue refacturado.
La personalidad explosiva de Varela tampoco le ayuda, conocido también como un violento alcalde tlaltenaguense, los testimonios hablan por sí solo. Aunado al nepotismo practicado, que se nos quiera presentar como una alternativa de «salvación» está fuera de toda proporción lógica.
También, se suma que parte del equipo de Varela acciona en el sentido más de venganza y negocio, que bajo convicciones partidistas firmes. La cercanía con el campeón del chapulinismo, solamente proyecta la imperiosa necesidad de estar donde hay. Sí, el elitista restaurantero Cuauhtémoc Calderón es proclive también al «kaos», que ironía.
Pero, hay algo que será difícil sopesar, aunque tal vez lo hayan advertido, la diferenciación precisamente del voto, en la que ayuntamientos y curules locales se repartieron casi equitativamente, son una señal de que deberá ser cuidadoso. Al final, las dos diputaciones locales fueron ganados por Morena. Algo que también llama la atención por la «derrota» de Miranda.
En términos mediáticos y de contrainformación, tendrán a sus preferidos, al igual que la Nueva Gobernanza. Lógica que se antepone ante la nacional, pero la lucha se signará sobre todo, ante el interés de catapultarse para el 2027. Los próximos tres años, Varela no solamente tendrá antagonismo oficial, sino al interior de su coalición.
Su arribo, delimita las aspiraciones de Carlos Peña. El Presidente del PRI estatal enfrenta junto a su partido, un desprestigio enorme. El apadrinamiento de Miguel Alonso y su condicionamiento al «bateado» Alito Moreno, los pone en una posición de mayor desgaste.
Que Javo Torres sea alcalde de Fresnillo, el municipio con más importancia económica y poblacional también coloca al «alonsismo» de cepa entre la espada y la pared. ¿Torres se rendirá de plano a ese grupo político?. Al tiempo.
Pero, y entre que es alcalde de la capital y negoció que su esposa fuese diputada local – con ínfula de por medio-, Varela querrá asentarse en su partido con otro alfil de por medio, lo que le proveerá la oportunidad de condicionar su proyección como candidato a gobernador en 2027, su principal objetivo.
Y mientras celebran su victoria por un margen pequeño, con poca militancia, diferenciación electoral y sectarismo marcado, a ver si resuelven en poco tiempo lo que tanto reprochaban en campaña. A ver si no salen con un discurso similar y se justifican en su versión, con «herencias malditas» color guinda verdoso.