Por Andrés Vera Díaz
El Partido Acción Nacional ha entrado en una etapa de crisis post electoral, “normal” en la coyuntura de aquellas institutos políticos que no rindieron frutos considerables.
El principal síntoma es la alianza con el PRI, principalmente planeada y materializada por el oligarca Claudio X. González tras el triunfo de López Obrador en 2018. La “necesidad” de un frente de contrapeso como le llamaron, hoy se ha dirimido a expresiones de gobernanza limitadas y hasta con la desaparición del PRD. De ese tamaño es el fracaso.
Las remoras que se asientan promueven como una “victoria en la derrota”, el triunfo de 17 capitales en el país, creyendo que esos asentamientos pueden capitalizar electoralmente a futuro sin mayoría representativa en congresos estatales y por supuesto, gubernaturas, pero algo deben celebrar como propaganda para evitar la propagación del “no todo está perdido”.
Tras los resultados electorales federales, en los que Xóchitl Gálvez obtuvo menos votos en sumatoria contra lo que obtuvieron José Antonio Meade y Ricardo Anaya en 2018. Ese año, ambos candidatos -en el marco de la alianza a posteriori. Obtuvieron casi 22 millones de votos, es decir, 5 millones más que Gálvez ya con una alianza formal. Así pues, ni con el PRD -ilusoria coalición-, pudieron los tres partidos rebasar la votación total
Pero además, la diferencia también creció entre el oficialismo y la oposición, pues Sheinbaum ganó con una diferencia de 19 millones 421 mil 535 sufragios, una cifra que no se había presentado en los historia del país.
La razón única que podría alegar el PAN de Marko Cortés, es que Gálvez superó la votación como partido de las últimas elecciones. Gálvez obtuvo una votación de 27.8%, 5.5 puntos arriba que Ricardo Anaya en 2018, y 2.4 puntos de diferencia con Josefina Vázquez Mota en 2012; es decir, Acción Nacional ha obtenido mejores resultados de forma individual que en coalición extensa.
Así pues, los anteriores datos sirven precisamente como argumentos para que ya inicien los posicionamientos de cara a la renovación dirigencial del PAN a nivel nacional y por ende, las locales. Por lo pronto, ya se han subido tres contendientes a recriminar la pérdida de origen y esencia blanquiazul.
Tras las elecciones del 2 de junio, donde la coalición del PAN, PRI, PRD quedó con los peores resultados, panistas que aspiran a dirigir ese partido rechazaron seguir con la alianza política. “Fue un fracaso”, lo califica el senador Damián Zepeda. “No estoy segura de que esa alianza deba continuar”, advierte Adriana Dávila en una entrevista por separado. Zepeda, mencionó que el PAN debe recuperar su identidad, pues aseveró que nacerán nuevos partidos políticos y rebasaran a ese organismo político que nació en 1939. Zepeda no se equivoca, la llamada “marea rosa” pretende aglutinar a los más rancio de la derecha y ultraderecha mexicana como oposición para 2030.
Además, un cúmulo de ex gobernadores panistas ya han llamado a Cortés a una renovación sin “cabilderos” ni “padroneros” con tal de abrir a una verdadera participación democrática la renovación, pues cabe decir, que Cortés casi casi emula a su par priista, y es que este año, el PAN solo ganó una de las ocho gubernaturas en juego. Cuando Marko Cortés llegó a la presidencia del PAN en 2018, su partido gobernaba 11 entidades: Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Chihuahua, Durango, Guanajuato, Nayarit, Puebla, Querétaro, Tamaulipas y Yucatán.
Además, se anexa el dato de que Gálvez solamente ganó en un estado de la República. Aguascalientes se convierte en el casi pulcro bastión panista, ya que Guanajuato y Yucatán prefirieron otorgarle la confianza a Sheinbaum.
Pero los datos demuestran no solamente la pérdida de la confianza a los partidos más añejos, sino un repudio a las campañas sucias que permearon la elección presidencial y que fueron gestadas por los equipos cercanos de Cortés y Felipe Calderón, como si replicar las del 2006 y 2012 dieran resultados en un país que ha tendido más a priorizar una gobernabilidad arraigada, muestra de más los casi 36 millones para la primera presidenta de México, sino la mayoría en el Congreso de la Unión.
Entonces, la dirigencia nacional del PAN se encuentra en una encrucijada que aterriza en las respectivas estatales, pues el partido únicamente gana dos alcaldías y no logra abonar en Jerez, tierra de la presidenta Verónica Alamillo, quien prefirió desbancar a los “pasteles”, grupo que finalmente jugó en contra y de forma abierta en la elección -hasta expresado por Jackie Martínez- para darle plusvalía a su candidato pero bajo otras siglas.
En el panismo local poco respaldo le han dado a Alamillo, a quien acusaban de entregarse de brazos al priismo alonsista, con la particularidad de amarrarse en una suplencia plurinominal -que ella misma rechazaba en su campaña a la dirigencia estatal- a la par de a quienes prácticamente les debe el cargo, el coto varelista.
Así, en campaña, Alamillo se refugió en la respectiva de la capital, dónde tampoco pueden presumir aún un triunfo legal, y en caso de obtenerlo, no es que sea una fuente de agua cristalina y neobastión blanquiazul como algunos han pretendido impulsar como retórica a favor del violento y falaz político Miguel Varela.
Los estatutos del PAN señalan en su artículo 63 que: el Consejo Estatal se renovará el segundo semestre del año siguiente al de la elección federal, procurando homologar la elección con el proceso de renovación del Consejo Nacional. Alamillo fue elegida en diciembre del 2021 y tomó posesión en enero del 2022. En los mismos documentos del partido, artículo 74 establece que: Los miembros del Comité Directivo Estatal serán electos por períodos de tres años. Los miembros del Comité Directivo Estatal continuarán en funciones hasta que tomen posesión de sus puestos quienes hayan sido electos o designados para sustituirlos. El Comité Directivo Estatal se renovarán en el segundo semestre del año en que se celebren elecciones ordinarias locales. Es decir, la renovación de la dirigencia local también ya está en puerta.
En este sentido, la oposición interna llevará también la misma voz cantante detractora de los resultados eletorales. La decisión de tribunales para otorgar nulidad de la elección en la capital zacatecana será sustantiva para mantener los cotos de poder en el partido. De ahí nace también el gran nerviosismo de Varela, pues su plus era la victoria, pero sigue en vilo judicialmente. En caso de, el plan B es quedarse con el partido a costa inclusive de que en dado caso, haya perdido tanto los ayuntamientos de Zacatecas, así como el de su feudo, Tlaltenango.
Las resistencias se harán notar ya que se desahogue la decisión de la elección en la capital, aunque independientemente, tampoco es que se pueda asumir un triunfo total del panismo municipal, por lo que, además, en torno a los resultados en Jerez, se viene la pugna por no permitir el letargo de la alianza con el PRI ni con lo que queda del PRD.
Serán los mismos elementos de pulcritud, esencia y retorno al origen panista lo que puede provocar un cambio de directriz en el partido local y en ese sentido, la conveniencia del proceso electoral 2027 dónde se elige a gobernador@.