Por Dra. Maricela Dimas Reveles
Los derechos humanos y la democracia se encuentran intrínsicamente entrelazados, ya que los primeros posibilitan el ejercicio de la segunda. Esto significa que, un Estado que es respetuoso y garante de los derechos humanos, contará con las condiciones necesarias para que el régimen democrático tenga efectividad y sea sostenible. Si bien es cierto, las democracias modernas enfrentan grandes retos, para transitar de una de corte electoral, hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos, donde el ejercicio pleno de sus derechos humanos sea una realidad para todas las personas, y no donde la constante sea la desigualdad y falta de oportunidades para el desarrollo de personas, no podemos minimizar que ésta nos permite ser partícipes de las decisiones tomadas en el ámbito público.
El reconocimiento de los derechos humanos como una condición indispensable para el ejercicio libre y democrático de la política en los países, hace viable que existan movilizaciones independientes en contra de Estados autoritarios que, de manera sistemática, vulneraron o vulneran los derechos humanos de su población, al punto de lograr que estos asuman su responsabilidad por las detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas o incluso, por las ejecuciones extrajudiciales cometidas bajo sus mandatos. Como es el caso de las dictaduras latinoamericanas del siglo pasado.
En este sentido, tanto la Comisión, como la Corte Interamericanas, se han pronunciado respecto a que, la efectiva protección de los derechos humanos, es crucial la vigencia de un sistema democrático y del Estado de Derecho. Así, la democracia es considerada como consustancial al régimen de los derechos humanos. Ejemplo de ello, es el artículo 3º de la Carta de la Organización de los Estados Americanos, que establece: la solidaridad de los Estados americanos y los altos fines que con ella se persiguen, requieren la organización política de los mismos sobre la base del ejercicio efectivo de la democracia representativa”. En el mismo sentido, su artículo 7, apartado II, señala que la democracia es indispensable para el ejercicio efectivo de las libertades fundamentales y los derechos humanos en su carácter universal, indivisible e interdependiente.
En esta indisoluble relación, la democracia se entiende como el receptáculo para la realización y efectividad de los derechos humanos, como una condición sine qua non para su garantía. Bajo este razonamiento, podemos concluir que no hay derechos humanos sin democracia, ni democracia sin derechos humanos. Ya que la efectividad de una depende de la garantía de los otros. De ahí, que el Maestro Sergio García Ramírez afirme que derechos humanos y democracia se reclaman y condicionan mutuamente; lo que ocurre en un extremo repercute en el otro, como que son caras de una misma moneda.
Ahora bien, es importante tener presente que, dicha democracia debe ser representativa, es decir, debe existir una pluralidad de partidos y organizaciones políticas, de forma que se posibilite una mayor participación y representación de la ciudadanía en los asuntos públicos, de forma que la voz y necesidades de todas y todos sean escuchadas.
La democracia, basada en las relaciones humanas centradas en el ejercicio de derechos y responsabilidades, depende en gran medida del empoderamiento de la ciudadanía, de que ésta se asuma como poseedora de derechos, y de que sean conscientes de que, para su ejercicio eficaz, se requiere de formación e información sobre los asuntos públicos. Pero, además de esto, es indispensable que hombres y mujeres tengan oportunidad de participar en el ámbito público de manera igualitaria. Lo que demuestra cómo, el ejercicio pleno de nuestros derechos, requiere de un sistema democrático en constante fortalecimiento y evolución, donde no basta con establecer los procesos en la ley, sino que se requiere de estrategias que hagan frente a los contextos de desigualdad y discriminación en que se desenvuelven cotidianamente nuestras sociedades.
Si bien, nuestras democracias enfrentan grandes retos, como la lucha contra la impunidad, la inseguridad, el autoritarismo, por mencionar algunos, no podemos dejar de advertir que, gracias a ella, ha sido posible denunciar y actuar en contra de graves violaciones a los derechos humanos. Por ello, debemos ser conscientes de que la democracia es un ideal en constante construcción y mejora, que ha permitido que millones de personas en el mundo tengan posibilidades de una vida digna, de hacer realidad su proyecto de vida, donde sus derechos humanos sean respetados.
Todos los derechos para todas las personas.