Por Andrés Vera Díaz
Como es costumbre, arraigada en el adn político, los procesos electorales en México y sus entidades nunca culminan. Acaso el primer año después de uno se convierte en simple acomodo y “aprendizaje”, pero no se abandona la prospección.
¿Sucesión adelantada o sucesión interminable?. En el segundo espectro cabe siempre el “proyecto». Llegar a un cargo para planchar el siguiente, sea en menor o mayor grado (por supuesto que la expectativa es “crecer”) con el uso de la estructura gubernamental. Esto es conservadurismo puro y se extiende a toda la vida pública del país.
Pero y de repente, arrecian los posicionamientos, eventos mediáticos sin forma más que el fondo de colocarse en la opinión pública. Invenciones de actos forzados en el contexto inmediato para buscar soluciones paliativas.
Así, comienza enero 2023, a nueve meses de la cuasi elección de candidatos y los respectivos amarres o desbandadas, cada quien hace su rol para mostrar músculo, ya sea real o virtual, pero con la singularidad de reencontrarse con la ciudadanía, a la que se abandona desde las principales causas.
Prolijo o desaguisado, nacen o renacen organizaciones, de sus cuevas salen a tratar de darse bocanadas de aire fresco con la eterna frase de justicia e igualdad, cierre de filas o la exposición de «verdades» únicas. Reviviendo muertos, pero no evitando las muertes, tratan de colocarse en la esfera pública para escenificar en palestras montadas en la ignominia y la desesperanza, la epifanía de los “grandez liderazgos”.
Así, sin más, organizaciones como el Frente Popular de Lucha de Zacatecas que no puede llenar ni un teatro como el Fernando Calderón, reviven los discursos contra las mineras, promueven sus centros educativos aunque meses y meses retrasen los pagos salariales; y celebren sus años de lucha aunque hayan desviado sus ideales originales.
Narro es el senador zacatecano más improductivo en términos legislativos. Parapeto del acompañamiento “institucional” de candidatos de Morena, hoy, un opositor mediático que intenta sobrevivir ante las arenas movedizas de su partido.
Y Geovanna Bañuelos, quien casi diario, emite un exhorto o de repente exigencia por aquello de matices, finalmente aterriza en los flancos zacatecanos. Tras reconocer que Femat no abandona su distrito, se relanza a gastar suela en Calera. Acompañada del impresentable Xerardo Ramírez, se meten al distrito dos local para ir prospectando otros límites electorales.
Jorge Álvarez Máynez, que se debate en su amistad con Claudio X y la representación jalisciense (en la que la inseguridad, la corrupción y la prepotencia de Alfaro es el botón de muestra emecista), se embarca en visitar los municipios del sur colindantes con Jalisco. Ninguna casualidad, y menos cuándo por aquellos lados, fuesen ya gobernados por el movimiento naranja sin pena ni gloria.
A la par, Amalia García copta organizaciones femeninas con la ayuda de “influencers” de derecha. Que cosas. Una especia de Rosa Mexicano (por aquello de la de Caty) anaranjada. Curioso que 50 + 1 provenga de las filas emecistas. Su presidenta, Lorena Martínez Ramírez, fue pareja del hoy gobernador de Jalisco y Presidenta del DIF Guadalajara cuándo el mandatario era el alcalde de Guadalajara. Cúánta obviedad.
El primer congreso nacional de dicha organización fue en Puerto Vallarta, a la cuál acudió el mismísimo Alfaro, gobernador de uno de los estados con más feminicidios y desapariciones de mujeres en el país. Que gran, gran ironía. Amalia se sube al barco de la simulación mientras en su tiempo como diputada federal, no ha levantado la mano firme ni sostenida para denunciar la desgracia zacatecana. Seguramente lo hará cuándo se vayan cerrando los tiempos electorales.
Welcome back, «strawberry fields forever» (ad hoc)