Por Andrés Vera Díaz
Y se quedó, tras dos años de insistente oposición interna, el Senador Ricardo Monreal anuncia de forma discreta, sin bombos y platillos, que finalmente permanece en Morena.
Nadie duda de la capacidad política del fresnillense, pero también los errores de cálculo lo han metido en una serie de contradicciones discursivas y hasta ideológicas, en el estricto sentido de manutención como miembro partidista, y en dicha dinámica, ha perdido legitimidad como aspirante por el propio instituto político.
Muchos arengaban su salida, hoy pocos le reconocen la permanencia, siquiera quienes medio llenaron la Arena de la Ciudad de México derrocharon algarabía latente y patente. Interesante será observar ahora como retomar los colores. La manufactura mercadotécnica deberá recomponer el guinda y abandonar los neutros.
A razón de la carta que Mario Delgado enviara a gobernadores de Morena en la que se les pide la promoción de las “corcholatas” y se incluye a Monreal entre éstas, el “oficialismo” de la misiva parece un cierre de filas uniforme, pero nadie podrá olvidar la operación electoral del legislador contra su propio partido. Claro ejemplo la capital del país en 2018, cuándo Ricardo ayudó a la oposición a ganar delegaciones.
Monreal insistió, luego de negársele la candidatura en lugar de Sheinbaum, intentar construir una estructura paralela. Con la denominada “Fuerza Monrealista” y “Fuerza México”, deseaba presentar pequeños cotos particulares como botón de muestra. Sin embargo, ni uno o el otro tuvieron efectos radicales. La primera advertencia de abandono le valió la coordinación de la Jucopo, hoy se repite la historia.
Entre los pasillos del Senado y algunos políticos cercanos a la grilla partidista nacional, señalan a quien redacta que Monreal poco negoció. Si acaso Guadiana en Coahuila , que ahora presentará problemas significativos para ganar la elección tras el abandono de Mejía que abanderará al PT en aquella entidad; pero en el “paquete” no había más. Su permanencia como coordinador de los guindas en el Senado, el verdadero y más importante logró de Monreal tras dos largos años de animadversión.
La pretensión de que fuese considerado como “corcholata” oficialmente no es una victoria, sino un condicionamiento. Es cerrarle el paso al daño desde el exterior, con la particularidad de que si en dado caso, emite un nuevo frente de discordia, automáticamente quedará estigmatizado y repudiado entre las huestes guindas, sin ninguna legitimidad de retomar algún alcance con la oposición. Inclusive, tras su voto en contra del Plan B de la Reforma Electoral, le valió relegación. Su oficina en el Senado emite un eco, porque no hay ruido que logre tapar el llanto solitario de la victimización.
Ricardo tomó su definición, luego de señalar diciembre como la fecha para tal efecto, pero la embestida contra su rebeldía afanosa, lo dejó “quedado”. Su iniciativa deberá ahora corresponder a los intereses de alguien más, pero bajo la estricta observancia. O se disciplina o alimenta más una muerte política. Él mismo ironizó el tema el año pasado, pero se convirtió en realidad.
De tal forma, que “el festejo” por oficializar su nombre entre los aspirantes considerados, llega tarde y de malas. ¿Cómo recomponer dos años de inquina?, ¿nueve meses bastarán para subirse al barco de la autenticidad dentro del movimiento?, ¿acaso ahora deberá abandonar los acuerdos hasta con medios antagónicos a la 4T que propiciaron su desaliento interno?. La lucha por recomponer deberá ser muy sutil y enfocada, lejos ya de ocurrencias mercadotécnicas. Ojo, pues tras el anuncio de su permanencia, hasta a los alborotadores que alentaban su rebeldía, los ha dejado mal parados.
Además, sus cartas de presentación no llevan buen tinte. ¿Cómo podría el gobernador zacatecano promover a su hermano desde la tan sinuosa posición que ha encontrado? Sería solamente pie a tierra y con la llamada “operación avestruz”. El sigilo será conveniente, pero ¿conducente? Ricardo entonces deberá hacer gala de su representación en Zacatecas, con atención y apertura, de lo contrario será meritorio señalar el abandono a su propia tierra mientras intenta colocarse en la esfera nacional como el ávido que regresa con los cuernos bajos.
La marca ricardista ya no aguanta otra revictimización.