Por Andrés Vera Díaz
Una sola fórmula se registró en el proceso de renovación dirigencial del PRI. Carlos Peña y Norma Castorena para presidente y secretaria general intentarán tejer a un partido desconfigurado desde sus raíces.
Roberto Luévano y María del Refugio Ávalos declinaron su participación alegando convocatoria amañanda para imponer a los cuadros alonsistas, pero nadie más les siguió el juego. A razón de su ausencia, se visualizan acuerdos que promueven sospechas para planchar la elección de uno y porque, al igual que su nuevo compadrazgo, el ex alcalde de Guadalupe, que endeudó al municipio con millonarios pasivos, prefirió la inasistencia al abucheo.
El tricolor atraviesa su crisis más severa en su existencia y se juegan prácticamente la supervivencia en las elecciones de Coahuila y Edomex, sitios en los que la cúpula priista lleva mano. Moreira y Alito respectivamente, impusieron candidaturas a modo cuya democratización dista mucho de empatar metamorfosis ante tiempos álgidos.
Amos personajes requieren cotos de poder ante la proclividad para desaforar al líder nacional y se refuerce la disidencia en su contra. Sin embargo, el caso Zacatecas cierra filas ante quienes buscaron endosar al alonsismo la renta del partido al monrealismo. Claudia Anaya, su ahijada Gabriela Basurto y tellistas como Jehú Salas, impulsan la “candidatura” de Peña en aras de emitir un mensaje de unidad, pero evidente sospecha de que existan caballos de Troya para desestabilizar la ruta 2023 – 2024.
Y es que la cercanía del alonsismo con Alito Moreno , más la oposición de “la entregada” ex candidata Anaya levanta dubitación ante bases que han proclamado un dedazo a la usanza de siempre, por lo que la poca iniciativa de las partes para democratizar el proceso deja posiciones razonables. Sin embargo, el amarre tiene la intención de cerrar con pinzas ante parásitos injertados.
Al respecto, el próximo presidente del Comité Directivo en Zacatecas hizo patente en su discurso, un llamado a la unidad tanto a Luévano como a Bonilla, cuya ausencia destacó en el evento protocolario para la entrega documental que marca el inicio de una reconstrucción extensiva. La contestación del ex también secretario de Sedesol fue un simple post en redes sociales aludiendo supuesto apoyo de 38 comités municipales y cuatro mil militantes. ¿Porqué entonces no registrarse y en todo caso, impugnar el proceso electivo desde su publicación?. Parece más un circo diseñado que una oposición con fundamento. Bueno, es Luévano.
Las arengas de Carlos Peña se inclinaron a la crítica contra la 4T, pero evadió ser explícito hacia la Nueva Gobernanza o el monrealismo como tal. Cuidadoso de la posibilidad de que parte de la marca retorne a los brazos tricolores también dejó la sensación de que la puerta entre abierta donde se asoma el Senador permite la entrada de alguna luz, por eso la estigmatización hacia Luévano como el alfil directo del legislador federal se dirime en su esencia. Los acuerdos del perdedor en elecciones federales y locales con el alcalde de Guadalupe y su proclividad a presumirlas entre pasillos lo evidenció, pero no es el único que le entregaría la llave de entrada al coordinador de senadores de Morena. Ojo.
Fiel a su estilo, Carlos Peña nombró a los personajes más representativos del PRI, enalteciendo la figura de Claudia Anaya, quien en evidente incomodidad, por lo menos no tuvo que escuchar el nombre de Alejandro Moreno como ícono del desastre partidista. El ex alcalde de la capital guardó bien las formas, pero deberá enfrentarse más a las disputas internas (que ya veremos como se coloca la cartera del Comité), al rechazo vivo de la sociedad civil, que no encuentra en ningún partido, grupo o proyecto, viabilidad para sacar a la entidad del atolladero.