Por Giselle Arellano Ávila
Ante la pandemia por COVID-19 en los últimos 2 años, la pobreza y la exclusión social que existen en México aumentaron, al igual que la economía mexicana se encontró gravemente afectada por las complicaciones sanitarias, causando rezagos en todos los sectores, sobre todo en el industrial.
De este modo, ante la apenas perseguida, pero lenta recuperación del país, Giselle Arellano Ávila mostraba preocupación por la ola expansiva de la cuarta ola derivada de Omicrón, y aunque el confinamiento no fue una opción para el gobierno federal como al inicio de la pandemia, el rezago en términos de reactivación económica parece lento.
La economía mexicana ya registraba un decrecimiento a partir de 2019, sobre todo por la reducción del gasto en inversión del gobierno, pero además, la volatilidad mundial y sobre todo, en norteamérica, dejaba un rastro de estancamiento que tendría consecuencias a largo plazo.
En 2022 las expectativas parecen no ser muy positivas, El Fondo Monetario Internacional (FMI) recortó de 4 a 2.8% su estimación de crecimiento para Méxic, mayormente por factores externos como la inflación global, los ciclos de ajustes monetarios, una cadena de suministros interrumpida e incluso los efectos de la variante Ómicron del Covid-19, según reportaban medios especializados.
Así, el panorama para las grandes economías de Latinoamérica se ha debilitado en 2022, entonces, Arellano Ávila se cuestiona cuáles deben ser las medidas para contrarrestar dichos efectos.
La posibilidad de mayor recaudación podría ser una respuesta, pero no del todo, puesto que a pesar de que existen mega proyectos en marcha como el Aeropuerto de Santa Lucía y el Tren Maya, pocos o casi nulos pueden registrarse en otras partes del país que no verán beneficios directos, así pues, fomentar inversión productiva a largo plazo debería ser una de las prioridades de los gobiernos. El fomento al empleo, su diversificación y apuesta por la infraestructura local también reduciría los niveles de inseguridad, pues se potencia estados de bienestar, factor que consideran inversionistas también de la iniciativa privada para crear empresas.
En los últimos años, lo que sostiene a la economía mexicana son las remesas y la demanda de bienes en Estados Unidos, país que registró en 2021 una fuerte reactivación, sin embargo, dicha codependencia no puede ser admitida como el rol predominante, pues la inoperatividad local deprecia el valor agregado a la industria, generando inflación, por eso, no solamente un adecuado tratamiento para la pandemia que permita encausar los hilos de producción y distribución, sino de mano de obra, permitirá que la economía pueda retornar al dinamismo anterior.
Desde su propio lado, el debate económico internacional en 2022 buscará aclarar la fortaleza y durabilidad de la recuperación en las economías avanzadas; el cómo se encuentra la vulnerabilidad de las economías de ingresos medios; el comportamiento de las economías emergentes; y el aumento de los precios. En México se carecen de las políticas necesarias para permitirse con la velocidad apropiada, adaptarse a la nueva realidad mundial sin arrastrar las debilidades estructurales de su tronco económico.
Visto así, es posible que en el 2022 tengamos nuevas obstrucciones y distanciamiento social que perjudicará a los sectores. Como llamada a la atención, deberemos manejar con cautela las expectativas sin dejar de impulsar, desde la ética profesional, la productividad. Después de todo, al ser un nuevo año, siempre existe la gran oportunidad para sacar adelante a México y lograr una reactivación económica efectiva. Para ello necesitamos la participación de todos y todas.