Por Ricardo Arteaga
La división de poderes en el país tiene una razón de ser, el equilibrio en el ejercicio del poder para evitar autoritarismo y además impulsar un modelo democrático que distribuya el poder y no recaiga en una sola persona o en los mismos de siempre, dando representación y voz a los ciudadanos y dando origen al sistema republicano que conocemos en diversos países, incluyendo a México, al menos alguna de sus modalidades.
El Poder Judicial encargado de la impartición de la justicia para evitar que el ejecutivo imparta de forma parcial y el Legislativo generando un contrapeso al mismo y al mismo tiempo dar voz y voto a los ciudadanos en la máxima tribuna, en esencia, en el Poder Legislativo recae una importante tarea para que el modelo democrático bajo el que se rige nuestro país, funcione y además equilibre el poder con los demás Poderes.
La tarea legislativa en México ha sido alejada de su esencia, los legisladores, tanto locales como federales, deberían tener, en la conciencia colectiva, una mayor importancia o peso que el de cualquier otro representante popular, sin embargo, los ciudadanos se preocupan y se involucran más en una campaña municipal que en las propuestas de un aspirante a diputado, desconociendo que éste será su voz y voto al momento de determinar el fin del recurso público, si este se destina a programas sociales que puedan cambiar la realidad de cientos de miles, incluso millones, o si se autorizan deudas o se permite la corrupción del Ejecutivo.
El Poder Legislativo, los últimos 30 años, ha jugado un papel servil frente al Ejecutivo tanto a nivel estatal como federal, los legisladores más allá de velar por los intereses de los ciudadanos, han velado por los intereses de la élite política, así como de grandes empresarios nacionales e internacionales, legislando según los intereses de éstos, es así que desde hace cuarenta años las empresas paraestatales fueron vendidas poco a poco hasta que Peña Nieto impuso con la ayuda del legislativo una reforma energética que abrió las puertas para que las grandes empresas transnacionales pudieran invertir en nuestro país.
En el ámbito estatal, el legislativo también ha perdido su esencia, los zacatecanos hemos padecido legislaturas cuyos representantes populares (con sus excepciones) han dejado de lado los intereses populares para representar los intereses de una clase política corrupta que se ha encargado de sumir al estado y a sus ciudadanos en pobreza, falta de oportunidades y en un Estado con grandes riquezas naturales y geográficas, en un Estado pobre e injusto.
Las facultades de los legisladores ponen en sus manos, la posibilidad de hacer frente a la crisis originada durante los últimos 20 años en el Estado, sin embargo, la actual legislatura, opta por enfrascarse en un debate estéril, señalando culpables de la problemática que atravesamos intentado deslindar a los líderes de los grupos políticos a los que pertenecen, mientras miles de familias no perciben lo más indispensable para el sustento de las mismas.
Zacatecas atraviesa una crisis institucional, económica, política y social, sin embargo, nuestros legisladores no buscan construir un Poder independiente del Ejecutivo, son serviles a intereses que no son colectivos, sino de grupo, de unos cuantos, consecuencia de las imposiciones y pugnas internas en los partidos, quienes pierden somos los zacatecanos que no hemos dado la importancia a la tarea legislativa, permitiendo que el Congreso se convierta en un negocio y herramienta de unos cuantos en lugar de funcionar como un ente transformador de la realidad de los habitantes en el Estado.