Por Andrés Vera Díaz
El gobernador Alejandro Tello tiene menos de dos meses para concluir su mandato, envuelto e una marejada imponente de violencia y con la pretensión a una reforma al Issstezac que no impulsa una solución de fondo, su salida tiende a dar inicios para que el PRI también busque una reconfiguración interna.
Quinquenio complicado. Con funesta herencia recibida en deuda pública y la transición gubernamental federal, así como la aparición espontánea de una pandemia que golpeó a la endeble economía local, Tello transitó a trompicadas con un gobierno partido entre alonsistas, los fieles coyunturales y quienes buscaban acomodo en el proyecto de David Monreal.
Su triunfo hace cinco años, con una expectativa poco favorable dada su relación como funcionario en el gobierno alonsista y porque no era popular su experiencia política de cepa, prometió porque finalmente, de eso se tratan las campañas electorales basadas en mercadotecnia pura y no en visiones estadistas, el retorno de la paz a Zacatecas cuyo resultado ha sido y es, un crecimiento del 270 por ciento en los índices delictivos.
A pesar de los inconvenientes, Tello trató de conducir al estado bajo una política de austeridad y manejo responsable de las finanzas estatales con el auxilio del hoy alcalde electo de la capital – que dicho sea de paso cada que DMA alega el uso irresponsable del erario estatal le da un golpe bajo a su presidente capitalino- pero con la siempre dependencia federal y sin poder cobrar efectivamente el impuesto de remediación ambiental, la precariedad presupuestal y su poca influencia política observada a lo largo de cinco años, se dedicó a administrar con poca proyección en el fomento económico y sin programas transversales en seguridad y turismo.
Hombre honesto, según propias declaraciones de opositores como la propia Geovanna Bañuelos, Luis Medina y Fernando Arteaga, Tello no tuvo más que enfrentarse a terribles mediáticos y burdos propagandistas como Soledad Luévano y sus enanos secuaces quienes jamás fomentaron tampoco prospección para el estado con tal de desgastar políticamente al gobierno en turno, en esa infame y mediocre idiosincrasia omisa para darle supuesto valor agregado a pretensiones en las que ahora se verán envueltos. Sin embargo, en medio del fuego cruzado, debió soportar la corrupción e ineptitud de funcionarios que mellaron obras de magna importancia como la presa Milpillas. Las cuotas que pagó al Verde se vieron transformadas en restaurantes y convenios gordos con medios de comunicación de reciente creación.
Tello, quien ha cerrado la cortina del gobierno ya meses atrás, no pudo encontrar consonancia en el partido que prácticamente lo obligó a ser gobernador bajo la tutela de Alonso. Su primera afrenta fue en la elección del 2018, sin el apoyo incondicional que se otorgaban en otras épocas a los candidatos oficiales, fue adaptándose a las circunstancias en las que el tricolor perdería sin duda la presidencia de la República y por ende, la hondonada de presiones, cacería de brujas y condicionamiento a perfilarse como un gobernador sin peso político, ni económico o mediático para expresar algún eco o aspaviento de su partido contra el nuevo gobierno.
Con pura alegoría, Tello navegaba ya con una transición en la que quedarían fuera programas que con nula transparencia, significaban parte del poderío electoral priista como el 3×1, Fondo Minero y Fonden, cajas redireccionadas en gran medida para reforzar estructuras a favor del oficialismo, pero que con la llegada de la 4T fueron arrebatadas con el evidente objetivo de recortar financiamientos a su oposición directa.
Sin acompañar de la mano al partido, dejó que las rutas al interior del mismo fueran prácticamente conducidas acorde a quienes buscaban la supervivencia política operando a favor del monrealismo. Solamente tuvo a bien meter las manos cuándo el principal esquirol que mantuvo como secretario de Desarrollo Social, trató de aplicar un albazo en los comités municipales del estado y con la intención de revenderlo. En ese momento Tello no podía darse el lujo de despreciar a su partido porque ni siquiera alcanzaría a sostener la inocua gobernabilidad.
Sin embargo, tras el inicio del proceso electoral 20-21, el gobernador dejaba claro que primero estaba él que la estructura partidista. Con la repetición constante de que nuevos tiempos habían llegado, argumentaba de facto que ya no podría transitar como antaño. La cuatroté venía a aplastar cualquier pretensión de cochupos electorales – obviamente y solamente contrarias- así que de forma intrínseca, admitía que no tenía posibilidad de enfrentarse al nuevo monstruo.
Con alegre singularidad, dejaba apostados a funcionarios que ya operaban abiertamente a favor de Monreal, desde líneas editoriales oficiales hasta reuniones de burócratas en horarios laborales, el gobierno tellista que nunca encontró identidad propia, se desdibujaba aún más y eso no pareció preocuparle de fondo al mandatario. La posición natural era admitir los nuevos tiempos y en todo caso, quedar en la historia como el demócrata que permitió la transición o el priista de cepa que peleó por la continuidad partidista.
Cualquiera de los escenarios le vendría bien a Tello, quien en el quinquenio nunca pudo formar un grupo asentado alrededor de su figura ni tampoco someterse a la disciplina “férrea” de su partido, los aletazos fueron lo más significativo de su “mandato”. Si bien es cierto, que el Gobernador no pudo convencer de su vocación política, no tuvo remedio más que decantarse en el proceso electoral y por puro formalismo por quien hasta finales del 2020 era una adversaria política. Inclusive, a principios del año pasado los mensajes de negacionismo hacia Claudia eran hasta textuales. Al tiempo, supo entender que en cualquier escenario ganaba. Visto como un demócrata al permitir el arribo de un nuevo régimen y obtener el “perdón” al estilo del pacto peñanietista; o afirmar irónicamente en la antesala de su salida, la continuidad del partido que le otorgó curul en el Senado y luego la gubernatura.
Sin embargo, los últimos meses de su mandato quedarán manchados de negro y el gobernador ya observa el reloj con ansias. Una terrible crisis de inseguridad y una reforma al Issstezac que en nada soluciona el problema de fondo que es la discrecionalidad del gasto por parte de los funcionarios del instituto, y sin denuncias penales o administrativas en la FGJEZ, el pacto que se cirnió con David para darle media fluidez al sexenio entrante y total, dejar con otro hoyo político al gobierno saliente, ha provocado que las bases significativas priistas ya estén expresando públicamente su desacuerdo con la iniciativa enviada. Claudia Anaya, Carlos Peña y otros que defendieron a capa y espada al priismo en la elección, que además lograron conjuntar esfuerzos de cuadros que ya no veían ningún futuro, han entendido que Tello ya no tiene ninguna significación e inclusive, en algunos pasillos lo responsabilizan de haber perdido la elección a gobernador.
Con firmes posicionamientos, le dejan claro al aún jefe del Ejecutivo que el cierre de filas contra cualquier acuerdo que haya realizado con el nuevo oficialismo no debe pasar, más cuándo se trata de que sea promovida desde el seno del actual gobierno para hacer leña del árbol caído en cuánto a la correlación partidista. Claudia por fin se desmarca del gobernador, con quien nunca tuvo buena relación y hasta desavenencias tenían. Ahora quien ha decidido tomar las riendas de ser la carga opositora es la senadora, que deberá reconstruir lo que Tello nunca quiso apuntalar.
Tello hizo lo que pudo en el gobierno, pero lo que pudo en realidad no implicó un esfuerzo mayor. Hombre sin duda en el plano personal con gran empatía, respetuoso en prácticamente todo el tiempo de los medios de comunicación y sin una actitud vengativa o revanchista -digno de reconocerle- supo también darle su lugar a sus principales críticos. Sin embargo, lejos queda la expectativa que se creó alrededor de su triunfo, el mismo que fomenta DMA plagado sí, de cuotas y cuates, algo que perjuró no sucedería. Total, que si divisamos a lo lejos u observamos de cerca la línea de pleamar, la ola retrocede, pero regresa con la misma forma.