Por Andrés Vera Díaz
272% creció la violencia en Zacatecas durante los últimos 5 años y la espiral parece tener una continuidad difícil de minimizar. Los datos duros son escalofriantes y aunque en ocasiones vemos a los entes gubernamentales federales y estatales presumir “reducción” en la incidencia delictiva, la referencia que toman es el pico de la misma, entonces, el juego retórico comienza a dilucidarse más que como un logro, una propaganda que contrasta con los resultados de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública que realiza el Inegi.
Aunque en cada masacre, hallazgo de cadáveres en puentes, caminos de terracería o zonas habitacionales se destaca el “compromiso” de las autoridades para otorgar seguridad a la ciudanía queda patente como un grito ahogado de blindaje ante la opinión pública, la verdad se hace presente pese a la negativa por reconocer hechos como en Valparaíso.
Una masacre entre grupos antagónicos y la muerte de dos paramédicos en aquella región fue evidenciada en medios nacionales, los entes locales prefirieron intentar callar la verdad quien sabe con que objeto, pues la población sabe de antemano la cruda realidad, además de filtraciones de los habitantes y de las mismas corporaciones, buscan no emitir “más percepción” de inseguridad.
El innegable crecimiento de la actividad criminal organizada, ya sea en cárteles, células, inclusive individualizada que se ha heredado ya desde hace 18 años en el plano nacional y que en Zacatecas, desde el sexenio de Ricardo Monreal comenzó a ser patente, ninguno de los gobiernos en turno ha buscado mecanismos eficientes para su combate.
Con argucias legaloides y discursivas, alimentadas por preferencias electorales o políticas, las autoridades endosan en los ámbitos de atribución la responsabilidad de la misma ,pero con la prácticamente nula efectividad para trabajar en conjunto.
La protección de entes criminales y autoridades ligadas ha sido evidenciada desde el gobierno de Felipe Calderón de forma pública y con la represión palpable, manifiesta de otros como el de Peña Nieto a la sociedad civil, la población se debate entre el crimen organizado, la policía corrompida e infiltrada, políticos indolentes y ahora, la negación de la realidad con un cinismo impensable.
El discurso de que el neoliberalismo ha provocado esta crisis de violencia tiene parte de verdad y parte de mentira. La realidad en México, es que la debilidad institucional y la cultura de la corrupción a todos niveles, así como la impunidad, son los ejes rectores para que se fomenten las redes geopolíticas de los cárteles y sus derivados. Que curioso que en países como Suiza, Suecia, Noruega, Dinamarca, etc, no se den este tipo de actos.
Sin embargo, resulta contradictorio elevar la culpa a un sistema económico por los niveles de violencia en el país y el estado, pero al mismo tiempo negar que ya no suceden cosas como en anteriores sexenios, ¿entonces se trata simplemente de invisibilizar como método de solución?. Esa es la peor estrategia.
Ahora que David Monreal ha caído en esa retórica tan populachera, contrastará con la solicitud de AMLO para que se reduzcan los niveles de violencia, entonces, de manera implícita se admite el problema, pero se ofrecen pocas soluciones viables. Los programas sociales enfocados supuestamente a otorgar opciones a ciertos sectores para que no sean seducidos u obligados a reclutarse ante el crimen no han dado resultaos, su máscara electorera sigue vigente al más puro estilo de los viejos regímenes.
Inclusive, con la creación de la Guardia Nacional, cuyo marco legal daba permiso para un combate frontal, ha sido reducida como un espectador en muchas situaciones. Esa campaña que antecedía a su nacimiento, prometía reducir los niveles de violencia desde su primer año, inclusive, Ricardo Monreal lo pregonaba a los mil vientos, pero los resultados han sido ínfimos. Los tibios llamados de Soledad Luévano a que se reforzara la seguridad en Zacatecas simplemente fueron palabrería coyuntural. Desde hace 3 años, los varios legisladores federales entre diputados y senadores no cerraron filas en el problema. Que el discurso lo aviente el Presidente, parece ser una auto consigna.
Ahora, es el propio Amlo quien ha exigido a sus gobernadores reducir los actos delictivos, -con todo y neoliberalismo- pues de fondo, más que culpar al pasado, se trata de dar soluciones palpables, si no, ¿para qué demonios quieren gobernar si se van a dedicar como el alcohólico activo, a querer dejar la bebida bebiendo?.
El reto de David es mayor. No solamente prometió presencia de la GN en los 58 municipios, sino debe enfocarse a la reconfiguración del sistema penitenciario para que de la mano del poder judicial se reduzcan las altísimas tasas de impunidad; tareas primordiales. ¿O acaso va a proponer un cambio de sistema económico inmediato para la entidad como factor autómatico de cambio?. Curioso y divertido como alegan propaganda cuándo se acompañan de todo un grupo de personajes ligados a negocios bajo el esquema del consumismo y la puesta de servicios en los que otorgan salarios miserables a sus empleados?. Dirían por ahí, pídele a un “izquierdoso” que venda su Iphone y su carro de lujo para ayudar a los pobres y justificará la propiedad privada y el capitalismo.
Ya no hay pretextos David. Dejémonos de palabrería barata, de politiquería tipo «Tello es garantía de paz».