Por Andrés Vera Díaz
La nueva retórica que ha emprendido López Obrador hacia la clase media (la misma que le dio la victoria en 2018) parece no entrar en sintonía con los elementos propagandísticos de “primero los pobres”.
Con políticas más asistencialistas en el gasto público que de inversión productiva o real generación de empleo (que paguen impuestos y tengan sus prestaciones de ley), la 4T supo cómo encaminar desde una perspectiva “constitucional” la entrega de prebendas con un evidente tinte electoral. Aunque por supuesto esa praxis no es nueva, pues es una “herencia maldita” de gobiernos priistas y panistas que han usado organizaciones sociales para administrar la pobreza y no mitigarla, la realidad es que el enfoque social de las nuevas versiones tampoco ha cambiado.
A casi tres años de la implementación de los programas del gobierno de López Obrador, el Coneval ha evaluado que estos se concentran en su mayoría en atender aquellos riesgos asociados con el ingreso mediante apoyos económicos, como becas, créditos y apoyos directos, pero esto no garantiza “que la condición de vulnerabilidad que los origina pueda superarse por medio de estos”, y aquí el meollo del asunto.
Sin la capacidad recaudatoria ni la redirección de minimizar la intencionalidad delictiva, los programas sociales se han convertido prácticamente en un pago de voto para los sectores más pobres del país, dicha condición ha detonado más aún la corrupción en las secretarías encargadas de gestionar y entregar los apoyos.
Si bien, en su estricta esencia tienen un carácter humanitario, no tienen la configuración de sacar a los pobres de su nicho, porque además, la falta de enfoque integral para solucionar temas como la violencia, carencias comunitarias y la falta de oportunidades deja en el limbo el gasto que se eroga desde las arcas nacionales.
La apuesta de apoyar, a través de sus programas sociales al 70% de la población y, al otro 30% le ofrece beneficios intangibles no han tenido un efecto transformador en la calidad de vida de la ciudadanía en general y pues, ¿de eso se trata no?. El Coneval estimó que en 2018 había 61.1 millones de personas en situación de pobreza (aquellos cuyo ingreso es insuficiente para comprar alimentos y ciertos bienes y servicios básicos). Para 2020 ese número habrá aumentado a 70-71 millones. El número en pobreza extrema se estimaba en 21 millones hace dos años, que podrán llegar los casi 32 millones.
Si bien la pandemia precisamente provocó que 10 millones más de mexicanos reingresaran a dicho estrato socio-económico, no solamente demostró la debilidad y dependencia del país a bloques de capital superiores como los Estados Unidos, sino que los programas sociales no pudieron detener la generación de pobreza, pues no pretenden impulsar el desarrollo, sino darle manutención a sectores sin oportunidad de crecimiento. Si tuviese el efecto contrario, los programas hubieran podido soportar el derrumbe social de aquellos que se encuentran entre la línea de pobreza y pobreza extrema. ¿Entonces, se trata de que haya menos pobres o de que haya menos ricos?.
Lo anterior sintoniza el nuevo embate del presidente ante la clase media para reprochar su aspiracionismo. ¿Cómo pues erradicar la pobreza si al pobre no se le otorgan elementos de desarrollo “aspiracional” para elevarlo a un estrato superior y adelgazar la frontera de un país con 60% de la población en situación precaria?. Aquí hay algo que no cuadra.
¿Si la pretensión de crear una nueva clase media con mayor “humanismo”, tiende a ecualizar los grados y diferencias entre una clase social y otra, al mismo tiempo se erigen las políticas de programas sociales en erradicar la pobreza?. Es decir, ¿se trata de elevar a rango clasemediero a estratos económicos inferiores con el otorgamiento de posibilidades para mantener cierta calidad de vida pero al mismo tiempo se reconviene a la medianía social para que no crezca?. Parece que la idea es en realidad crear una clase entre los muy pobres a entre los pobres con cobertura básica de necesidades y eso no demuestra más que dos asuntos: la imposibilidad de crecimiento económico y la creación de empleos bien remunerados; entonces se infiere, que “usted está bien como está y no se queje”. Así, los índices de medición de pobreza tendrían que ser graduados con otras técnicas y metodologías para justificar que la 4T logró su cometido, los programas sociales funcionaron y su estatus social es el correspondiente. Vaya, pues entonces cierren todas las Universidades Benito Juárez y transfórmenlas en centros doctrinarios donde se romantice la pobreza.
Esta pretensión dialéctica es la que AMLO y la 4T pretenden pinzar junto a la exigencia política para que los intelectuales definan su simpatía y adhesión idiosincrática a favor del actual régimen (pero que extraño, la mayoría de intelectuales de este país son clasemedieros) para contrarrestar la crisis de confrontamiento entre una clase social y otra que dejó muestras significativas en el centro del país. El parteaguas que dejó la división en la Ciudad de México (principal bastión de la “izquierda renovadora”) pretende no alimentar la disidencia a otros estados. Aunque Morena finalmente ganara la mayoría de los estados en las pasadas elecciones, precisamente no se debe a que este sector esté completamente en sintonía con la 4T, sino que rechazó el abandono de gobiernos emanados de otros partidos políticos. Esto no significa aprobación implícita, sino voto de castigo y el 2024 puede llevar esa misma dinámica. La ciudadanía parece entender el valor de las transiciones y no del encuadre total doctrinario. Es por eso que AMLO llama al acompañamiento discursivo, el intelectualismo clasemediero debe convencer al no “ilustrado” de que todo está bien. ¿Y que le asegura a los académicos, científicos, periodistas y políticos que residen en dicho estrato que seguirán en el mismo?. El mensaje es, “tu que aspiraste, ayúdame a convencer que nadie más aspire”. Peligroso y siniestro.
El contexto del llamado de AMLO enmarcado de cierto romanticismo, pues en la tierra del poeta Ramón López Velarde y en la antesala del cambio de gobierno en Zacatecas, también plantea si el ínfimo (en términos cuantitativos) grupo de intelectuales locales será parte de ese condicionamiento o “exhorto”. Entre los destacables como el propio Luis Medina, declarado y defensor a ultranza del lopezobradorismo pero al mismo tiempo antimonrealista puede llenar de incidencia a ciertos sectores, que en contraparte con aquellos universitarios que conjugados en la máxima casa de estudios (cuyo oficialismo se entregó de brazos abiertos a la casta política fresnillense) dejarán huella honda en la opinión pública para los próximos tres años, tiempo clave para el legado de AMLO y el futuro del monrealismo en la entidad.
Rodolfo García Zamora (intelectual antialonsista), Marco Torres Inguanzo (asesor de Alma Dávila y crítico del lopezobradorismo), Francisco Valerio (crítico de la 4T), por citar algunos, ¿se refugiarán en la objetividad pero tomarán partido por el conservadurismo como extendió López Obrador el reproche en el evento de conmemoración luctuoso de López Velarde, o en realidad tendrán la intención de señalar los equívocos de la “transformación” en Zacatecas? .
Si algo ha demostrado el “viaje” monrealista es que precisamente no se rodean de intelectuales para acompañar su movimiento y en este sentido, habremos de esperar como conforma David su gabinete ampliado, pero sobre todo, el que se encargará de las principales secretarías y aquellas que administren los programas sociales. El problema fundamental es saber si el “intelectualismo” zacatecano aplaudirá u observará y denunciará. En el sexenio de Miguel Alonso, foros y conferencias eran latentes a demostrar las fallidas políticas gubernamentales. ¿Tendremos una nueva edición de si bien, no oposición mediática, una objetiva que encamine a desbaratar el discurso populista y se manifiesta la realidad?.
Por lo pronto, David enfrentará verdades ineludibles que tendrá que minimizar con hechos más que con palabras referentes a un pasado del que formaron parte sus cuadros íntimos. Por ejemplo, el porcentaje de la población en situación de pobreza en el estado de Zacatecas pasó de 49.0% a 46.8% entre 2016-2018, es decir, de 56,113 a 54,414 pobladores según datos de la Coneval. Habremos de esperar los correspondientes a los tres años subsiguientes, enmarcado por la pandemia y un crecimiento económico estancado.
Algunos datos que deberemos tomar a consideración para ponderar hasta dónde el gobierno de David será exitoso, mediocre o fracasado en el contexto objetivo y en el cuál precisamente los intelectuales no deberán ser comparsas en el análisis estadístico son los siguientes: La actividad económica predominante en Zacatecas se ubica en el sector terciario, que vale el 57.4 % del PIB del estado. Dentro de éste destacan el comercio (17.3 % del PIB) y los servicios inmobiliarios (12.9 % del PIB). Dentro de las actividades secundarias (33.6 % del PIB), sobresalen la manufactura (12.3 % del PIB) y la minería de minerales metálicos (11.4 % del PIB), seguidas por la construcción (9.2 % del PIB). En aportación a la producción nacional, la minería es la rama de actividad más importante de la entidad, pues contribuye con el 40.7 % del valor de la producción total. Finalmente, la actividad primaria —agricultura, cría y explotación de animales, aprovechamiento forestal, pesca y caza— representa el 9.0 % del PIB estatal.
La relevancia de las actividades del sector terciario en la economía del estado es, posiblemente, el factor que explica porqué la aportación de la entidad al PIB nacional es menor que la observada en sus vecinos. Zacatecas (1.6 millones de habitantes, 1.3 % del total nacional), teniendo mayor población que Aguascalientes (1.4 millones, 1.1 %), tiene un peso menor en su aportación al PIB (1.3 % Aguascalientes). Durango, estado con un número de habitantes ligeramente mayor (1.8 millones, 1.5 % del total nacional), tiene un peso dentro del PIB nacional más grande proporcionalmente que Zacatecas, pues contribuye con el 1.2 %, tres décimas más. Si la comparación se hace con San Luis Potosí (2.1 % del PIB nacional), Coahuila (3.4 %), Guanajuato (4.0 %), Jalisco (6.9 %) y Nuevo León (7.8 %), la brecha es mucho mayor.
Esta consideración puede explicar la situación de la economía del estado al cierre de 2019. Antes del inicio de la pandemia, y sus efectos, los resultados de la actividad económica de Zacatecas no eran buenos. De los nueve estados que conforman la región, era una entidad que constantemente se ubicaba en los últimos lugares de diversos indicadores económicos. De igual manera, si se observaban las 32 entidades federativas, se encontraba en las posiciones más rezagadas. Además del peso de su PIB con respecto del nacional (lugar 8 de 9 en la región, y 29 de 32 nacional),
Así pues, con un 46.8% de la población en situación de pobreza, 28.7% vulnerable por carencias sociales, 16.8% entra la línea de pobreza y clase media, y 7.7% vulnerable por ingresos según los últimos datos de la Coneval, el nuevo gobierno se debatirá entre entretener a los pobres con la aportación de programas sociales, el romanticismo de la pobreza y un porcentaje clasemediero que sobrepasa los diez puntos porcentuales con los que ganó el nuevo mandatario. Aunque en la hipótesis proyectiva los gobernantes no consideran los factores de incidencia como una posibilidad de derrota en futuras elecciones, la muestra la dio precisamente la Ciudad de México, generalmente conocida por ser una sociedad mayormente informada. Por eso López Obrador necesita el cierre de filas que soporte un discurso populista que contrarreste la realidad, y Zacatecas no será la excepción al caso.
¿Tendremos intelectuales alineados u objetivos en pro del desarrollo, no en base a políticas electoreras convenientes?. Al tiempo.