Por Andrés Vera Díaz
El Frente Amplio, esa singular alianza entre PRD – PAN y MC que no tiene esencia misma, es la otra respuesta al probable triunfo de AMLO en el 2018. Dicen coloquialmente los políticos que la “forma es fondo”, pero este amalgamiento está desfondado de identidad ideológica.
PRD y PAN engordaron las “reformas estructurales de Peña Nieto”. MC se encargó de denostarlas al cansancio. PRD aprobó la reforma hacendaria, que promueve el incremento de impuestos, y por ende el alza en los precios de los combustibles. El PAN aprobó la energética, que sin duda, terminó por cerrar la venta de toda la infraestructura petrolera y también, provocó el incremento de gasolinas, cuyos precios en otros países productores es mucho menor; pero se congratulan de no haber incidido en la aprobación de la fiscal. Ahora anuncian los tres partidos un frente antigasolinazo, de risa la postura.
MC en voz de su principal detractor oficial, Jorge Álvarez, promovió una oleada de descalificativos al PAN comparándolo con el PRI, Colocándolo en el escenario de “lo mismo”, ahora se retracta y no puede justificar una alianza contra aquellos a los que tanto criticó, porque ya no lo hace.
Este par de puntos, “de fondo”, demuestra la singularidad contradictoria al pretexto de que en otros países, se han logrado consensos y gobiernos de coalición, Pero en esos países, como Alemania y Chile, el índice de participación ciudadana es mucho mayor, así como un abstencionismo raquítico, aunado a que los actos de corrupción son realmente castigados, inclusive, por propia iniciativa de quienes los han cometido.
En México la democracia es una falacia, sólo existen marejadas institucionales coyunturales a como se acomoden los procesos electorales, Un día los vemos apoyándose, otro odiándose, luego renegando de sus propios partidos y posteriormente, llamando a la unidad, todo por cotos de poder, muchas de las veces, insignificantes y sin representatividad, pero la cosa es estar ahí, chupando del presupuesto.
Sus ejes rectores como la anticorrupción y la desigualdad social antinatura son meros discursos demagógicos. ¿Qué a Anaya no le han comprobado un sinfín de actos de corrupción?, pero siempre la justificación es “no le han imputado delito alguno”, como si no supiéramos que todo se arregla en base a cochupos políticos. Lo mismo pasó con el PRD, ¿o ya se olvidaron de Angel Aguirre?. Claro que la corrupción es cultural, eso no significa que todos lo sean, porque la cultura es ideología, pero no todos poseen la misma, y como tal, la corrupción como cultura prevalece en el sistema político – gubernamental porque es una forma de subsistencia en el poder y como cambio de moneda. Ya quisiera verlos actuando así en Alemania o Chile, no podrían ni tener escalinata política, regresarían a México porque aquí se permite, forma parte de la vida, de la idiosincrasia, es cultural.
Ahora, la corrupción no es solamente desvío de recursos como ha querido dejar entrever el propio Jesús Ortega, es pragmática y mental. ¿O que acaso vender ideologías cada elección no es una forma de corromper conciencias?, ¿de promover una cultura mediática y de poca conciencia ciudadana?. Sean serios, y para la otra, pónganse de acuerdo para que no sea tan evidente, la serie de contradicciones e incongruencias evidentes. Muchos leemos.