Por Saúl Monreal Ávila
Lamentablemente pasamos a ser una cifra más en los indicadores de la inseguridad que padece nuestro estado, vivimos en carne propia una de las experiencias más dolorosas que una familia puede enfrentar, puedo afirmar que la desaparición forzada de un familiar y la posterior incertidumbre sobre su integridad física y emocional, no es algo que se le desee a nadie. Y nadie es nadie.
Lo más doloroso no es la especulación de aquellos que lastimosamente insinúan que una situación tan delicada como lo es un secuestro, puede ser montada y simulada. No, lo más doloroso es la desesperación que viven las familias al no ser escuchadas, mucho menos atendidas por las autoridades responsables de garantizar nuestra seguridad.
Quiero compartir con usted, estimado lector, nuestra terrible experiencia sobre el secuestro del señor Juan Pérez Martínez, quien afortunadamente hoy está de vuelta y está bien, aunque lamentamos profundamente todos los casos de desapariciones forzadas que no se acercan siquiera a ser atendidos y resueltos. A todos quienes han padecido una situación similar, les expresamos nuestra más sincera solidaridad y respaldo, porque esto debe parar.
En una valoración surgida de un profundo análisis, la familia decidimos no acudir a las instancias estatales para que atrajeran el caso e iniciará una investigación, por la simple y sencilla razón de que no hay confianza en las autoridades. ¿Cómo creer en una institución en la que se ha acreditado incluso su complicidad para la comisión de delitos?
No podemos minimizar que, de acuerdo a la Asociación Alto al Secuestro, Zacatecas se encuentra en el sexto lugar nacional en la comisión de éste delito. Teniendo una tasa de 8.98 por cada 100 mil habitantes, ubicándonos así por encima de la media nacional. ¿Cómo confiar en un gobernador que dejará el cargo con las manos manchadas de sangre?
Por eso, al día de hoy, sabemos que acudir a las instancias federales y solicitar su ayuda en esta difícil situación, fue por mucho la mejor decisión. Por fortuna no intervino la autoridad estatal, que encabeza el corrupto de Miguel Alonso. Y lo decimos así, sin más, porque fue debido a ello, que hoy Don Juan Pérez Martínez está de vuelta en casa.
Afortunadamente Don Juan está bien, pero cuántos casos de desapariciones forzadas hay, donde la autoridad ni siquiera recibe de los afectados una denuncia formal, o bien, cuántas personas no se atreven a acudir al ministerio público por el temor de que las autoridades estén coludidas con los grupos delincuenciales.
Casos y ejemplos de la inseguridad que azota a nuestro estado, hay muchísimos. Aún cuando cínicamente Miguel Alonso declare que el sello de su sexenio es la seguridad, sabemos que la indignación de los ciudadanos es mayor. Creemos que vergüenza y sensibilidad es lo que hace falta a las autoridades al afirmar que Zacatecas marcha bien.
Lo peor, amigo lector, es que con el Frankenstein de Miguel, seguramente esto continuará.