Por Andrés Vera Díaz
De manipulaciones hay varias, la más soez se practica en la política, y en ésta, la forma más baja radica en la «izquierda».
Los chantajes son propios de aquellos envilecidos con el poder lo buscan a toda costa, enarbolando falsas banderas, enmascarando causas, calficándose de luchadores sociales y revolucionarios , que presumen sus fotos con Fidel Castro, pero que pagan míseros salarios a sus trabajadores de organizaciones a modo para bajar recursos a manera de presión social. Cualquier parecido con el Frente Popular de Lucha de Zacatecas pareciera coincidencia.
Ahora, por medio del chantaje se recurre a la culpa o forma burda de «concientización» para lograr el control de la situación. En otras palabras, se induce a comportamientos para conseguir que se actúe de acuerdo a los intereses que se persigue. La manipulación de las conductas se basa en la activación de sentimientos negativos, de la consciencia culpable, buscando obtener las repuestas esperadas. El chantaje atraviesa las relaciones de todo tipo; por lo que, en muchas ocasiones, no es fácil identificar, separar, el procedimiento del chantaje, la estrategia y táctica del chantaje, de otros despliegues y estrategias de las relaciones desenvueltas. Quizás se pueda decir que el chantaje se da como espontáneamente, casi de manera inmediata, sin plena consciencia de lo que se hace. Entonces, el chantaje forma parte de lo habitus, que es como la subjetividad constituida, internalizada por las relaciones de poder instituidas. Es entonces, en el caso de pseudolíderes de izquierda, un modus vivendis intrínseco de posicionamiento político, alejado de las bases reales de la ideología de lucha de clases. Y vaya que sí, con suburban, viajes costosos con la familia y propiedades en todo el Estado, la camisas sin planchar y las chamarras de Milano, en verdad no proyectan una verdadera humildad.
Pero, ¿aún no sabe usted de quien hablo?, me refiero a José Narro Céspedes, el perpetuo candidato, quien se autodescribe como el único y real izquierdista en Zacatecas, pero que pactan con el cuñado del gobernador, Pedro de León, para buscar posiciones favorables en la elección iterna del PRD. Ya aclarada la vasta introducción, podré continuar con ejemplificar como este político, que en poco o nada ha ayudado a los zacatecanos a salir de la miseria y el hambre, más que la entrega de unos cuantos bultos de semilla, es el vívido altar de la manipulación.
Ni duda cabe, el chantaje es una relación de poder, una de las múltiples formas de relaciones de poder, quizás, mejor dicho, de relaciones de poder de baja intensidad, por así decirlo, y en escala micro. En la práctica política se usa el chantaje de distintas formas, en distintas tonalidades y a distintas escalas. Hay una forma peculiar de chantaje político que tiene que ver con la manipulación de imágenes, de prestigios ganados, generalmente por otros, que son a los que se emulan, imitan y usurpan. Por ejemplo, un candidato actual puede basar sus exigencias recurriendo al prestigio histórico de su grupo, como organización; prestigio que corresponde a la lucha emprendida por otros anteriores, la formada periodos de resistencias y movilizaciones sociales, que poco efecto han tenido. Entonces el chantaje recurre al mito, a la imagen, incluso al carácter participativo de la democracia radical, que hace de voluntad inicial, también recurre a la imagen valiosa de las visitas comunitarias, como aquellas donde se expresa la comunidad indígena de Zacatecas apoya la precandidatura de Narro, por favor, seamos serios. Sin embargo, estas recurrencias no son consecuentes, no son asumidas efectivamente; solo son emulaciones o disfraces de estrategias de poder. Lo que se quiere no es la autogestión comunitaria, la democracia participativa, continuar la lucha de clases sociales y las movilizaciones populares, sino exigir se reconozca dominios territoriales, dominios gremiales, dominios corporativos, en definitiva, dominios clientelares a la escala local.
La práctica política está atiborrada de formas parecidas de chantaje político, que vienen tanto de las dirigencias partidistas como de los oportunistas, así como de los gobiernos. El chantaje político entonces no es solamente una forma de relación de poder, sino también es una forma de establecer esta relación de poder. Vale decir, el chantaje es una figura activa e inductora, llena de significados sentimentales; se da entender mediante comportamientos, conductas, actitudes, insinuaciones, lo que se quiere, lo que se exige, suponiendo las razones de por qué se lo hace, que es precisamente este imaginario emocional acumulado. Ilustrando, el chantaje es como lenguaje de conductas cargadas de significados emocionales. Las reivindicaciones sociales puede que estén, de todas maneras, embadurnadas por recurrencias a las formas del chantaje; empero, en las reivindicaciones sociales, esta no es la característica principal de la génesis y estructura de las reivindicaciones, que, mejor dicho , tienen que ver con demandas emergidas de problemáticas sociales. En cambio, cuando el chantaje es la característica principal de los actos, acciones y prácticas políticas, se trata no de reivindicaciones sociales, sino de exigencias de poder, de cuotas de poder.
No se trata, de ninguna manera, de defender a ninguna autoridad, frente a las exigencias del chantaje político de dirigencias clientelares, aunque sean elegidas democráticamente por las mayorías, sino de describir estos juegos de poder en el campo político. Juegos de poder variados, donde el chantaje político, hace de lenguaje emotivo, entonado dramáticamente, con el objeto de conseguir preservar poderes territoriales constituidos en la práctica de estas relaciones de dominación micro. Se trata, por lo tanto, de evitar confundir las reivindicaciones sociales y políticas emancipatorias con estos juegos de poder clientelares.
Por eso Narro, legitimar de profundis la aspiración de Pedro de León, no es sólo la vileza desaforada de una legítima lucha desde y para la ideología de izquierda, es la más pérfida forma de autoproclamación de espacios clientelares. Déjese usted de pedir, y pedir favores a los medios para que repliquen su insigne discurso, deje de fomentar el chantaje político.
Lo que se llama la política o, si se quiere, práctica política, que nosotros llamamos política en sentido restringido, vale decir institucional, está conformada y compuesta por estos circuitos de relaciones de poder, basadas en el chantaje político. Se puede hasta decir que toda la estructura de la política está edificada sobre la recurrencia de estas prácticas del chantaje, por lo tanto, a su vez, acompañada por estos lenguajes emotivos, por sus imaginarios delirantes, que inducen a decodificaciones sociales acostumbradas, que no son otra cosa que habitus incorporados de las dominaciones, lamentablemente como en este caso, sobre la propia miseria del ciudadano zacatecano.