Gaza, Pal.- Aza al Najar abriga con una manta a su bebé en la caravana glacial en la que vive con su familia desde que Israel destruyó su casa en 2014 durante la guerra de Gaza. Una vida reducida a «hambre, pobreza y enfermedad».
El enclave palestino sufre una oleada de frío, lluvia y fuertes vientos que ha complicado aún más la vida de miles de desplazados.
«Con el frío la gente sufre todavía más. Mi hijo tiene problemas respiratorios y su estado ha empeorado», lamenta Aza, de 24 años, en su caravana cercana a Jan Yunes, en el sur de la Franja de Gaza. Tiene dos hijos y un marido que se quedó parapléjico al ser alcanzado en el cráneo por una bala israelí.
«El hambre, la pobreza, la enfermedad, los problemas, el bloqueo (de Israel) y nuestra casa destruida… además del cansancio: nuestra vida se resume a eso», afirma esta palestina.
En este segundo invierno desde la guerra de 2014, la lluvia se infiltra en la caravana.
Su marido, Samir al Najar, está envuelto en mantas y mira impotente cómo los torrentes corren por las calles e inundan su casa.
– ‘Ni siquiera nos quiere la muerte’ –
«Vivimos, pero es sólo porque ni siquiera nos quiere la muerte», afirma este hombre de 30 años, que sobrevive y alimenta a su familia con la ayuda de asociaciones caritativas.
Como todos los gazatíes, la familia Najar tiene que contentarse con unas horas diarias de suministro eléctrico, y el de agua también falla.
Y eso que la familia Aza puede considerarse una privilegiada con la caravana. En el enclave de Gaza, cortada del mundo por el bloqueo israelí y el cierre de la frontera egipcia, 100.000 personas siguen a la espera de un alojamiento.
En la aldea de caravanas hay cientos de cubos de uralita blanca de cinco metros por tres en los que una asociación humanitaria emiratí instaló a otras familias. Algunos colocaron toldos de plástico en los tejados para contener los regueros de agua.
Como el mal tiempo obligó a la ONU a cerrar los colegios, algunos niños juegan en la calle, descalzos bajo la lluvia. En otro lugar, tres pequeños se arremolinan en torno a una tetera para intentar entrar en calor.
Vivir en una caravana es «tener la impresión de estar en una morgue en invierno y en un horno en verano», resume Abdalá al Najar, de 48 años, hacinado con otros seis familiares en una de estas casas prefabricadas.
– Promesas incumplidas –
Dos meses después del alto el fuego de agosto de 2014, la comunidad internacional prometió más de 2.000 millones de euros (2.150 millones de dólares) para reconstruir Gaza. Sólo ha llegado un cuarto de esta suma.
La agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) ha conseguido renovar decenas de miles de casas deterioradas pero no ha podido reconstruir ni sola de las reducidas a ruinas.
La Franja de Gaza ya había quedado devastada en 2008 por tres ofensivas israelíes.
«Harían falta más de 130.000 apartamentos» para compensar las casas destrozadas en estas ofensivas, explicó a la AFP el ministro de Vivienda y Obras Públicas palestino, Mufid al Hasayneh.
Israel impone desde 2006 un bloqueo estricto que dejó exangüe a la economía gazatí.
El gobierno palestino, Israel y la ONU acordaron un mecanismo para la reconstrucción y el transporte de material. Pero como Israel teme que el cemento o la grava se destinen a objetivos militares, pasa mucho menos del que debiera.
Los palestinos y las organizaciones internacionales calculan que la reconstrucción tardará años.
«Hemos escuchado muchas promesas, de la ONU y de otros, pero seguimos sin saber cuándo estará reconstruida nuestra casa», protesta Aza.