Por Andrés Vera Díaz
La perpetuidad en cargos políticos no corresponde verdaderamente a un ideal firme ni a la práctica fiel de la democracia que se pregona en algunos ambientes de partidos de izquierda. Caso concreto es el Partido del Trabajo, que bajo una denominada «línea de masas» ha pretendido incorporar una imagen superflua de populismo entre sus huestes como margen para pelear por intereses sociales.
Alberto Anaya, el histórico y nunca reemplazado líder del PT ha visto como en Zacatecas, aplicaron esa misma ignominia en la persona de Geovanna Bañuelos de la Torre, quien como cualquier político, ha escalado algunos niveles seduciendo, cautivando y claro, cambiando de patrón gracias a una «escotada» visión del quehacer partidista.
Al principio, fue el propio diputado Alfredo Femar quien impulsó su figura política en el Distrito Federal, luego, lejos de anquilosarse en pretensiones poco motivantes, por lo menos en lo económico, fue ascendiendo hasta llegar a la diputación local y luego la dirigencia del que ya no se sabe si es o no partido nacional o estatal, pero entre los juegos de poder, aplicó la misma forma de perennidad de Anaya y ahora, modificando sustancialmente documentos de identidad partidista y la vieja estrategia de convocar «simpatizantes» para lograr quórum en la asamblea constitutiva para pretender ser instituto local, se adueña de un extraviado PT que ha sufrido crisis financieras para pagar a sus empleados mientras Bañuelos y su contadora se pasean por Paris y Panamá, se registran pagos a empresas fantasmas de publicidad y los sueldos exacerbados llegan casi a los 60 mil pesos mensuales.
La escotada inflexión no tiene ni siquiera una autoría propia, fue pugnada con errores de cara al proceso del 2016, por lo menos en el interés político mediático, no tanto en el económico, pero en dado caso, si los patrones de Geovanna pretenden formar otra desviación para posicionarse en casi toda la mal llamada izquierda zacatecana, las artimañas de reacción para quedarse con lo que queda del PT, son suficientes para tener una pequeña franquicia que pudiera funcionar como esquirol o como caja chica.
Un escote enseña, provoca y hasta propone, sólo ha sido eso para Geovanna decirse de izquierda. En los hechos, no se ha conducido bajo la estricta ética que debiera tener la fidelidad de una persona que en verdad pregona, defiende y aplica una ideología de esta perspectiva.
Y es que ante tanta falsedad de práctica, como ocurre también en Movimiento Ciudadano con el impuesto, intolerante y ácido Javier Calzada, algunos me preguntan si porque desmitificar las expresiones pueriles de la derecha no me encasillan en defender a ultranza a la izquierda, pero yo contesto haciendo alusión al gran filósofo y sociólogo Slavoj Zizek: “Me considero de izquierdas, pero mi trabajo es cuestionar las ilusiones fetichistas que sobreviven en la izquierda, por eso me odian muchos hipócritas”.
Porque es imprescindible, desnudar las entrañas de la maquiavélica izquierda, que en realidad no es izquierda, es una estructura casi transparente – y no por honestos- que forma parte de un sistema corrompido por el simple y único objetivo de la política . como me dijo un diputado local-, se trata de ganar monedas y echarlas a la bolsa, esto es un negocio, todo lo demás es consecuencia de…
Así entonces, Bañuelos entendió que «mostrar» y «esconder» para obtener, es la base de cualquier coyuntura que permita defender los pesos, el poder y la sumisión a poderes. Esa forma sarcástica, un tanto altanera de ser, criticando todo lo criticable, ilusionando que existe una congruencia de oposición real al oficialismo, forzada en vestidos caros y zapatos de marca, no mermó la indigna y pobre visión de quienes en la lejanía, en los municipios y abnegados políticos de mucha, mucha provincia, alcanzaran a ver la realidad de una lideresa, sumida en el confort de esos que son de izquierda pero les encanta, les fascina el dinero y el poder.