Andrés Vera – PM
Zacatecas, Zac.- La mañana comenzaba calurosa, el clima fue una especie de señal inequívoca a lo que precedía en la entrega del documento del Quinto Informe de Miguel Alonso Reyes en un escueto acto protocolario.
Al llegar a la explanada del Congreso, noté rápidamente unos 20 hombres vestidos con trajes baratos color negro, el típico de «güarura» personal con el corte de cabello tipo militar, algunos con gafas oscuras y el «chícharo» sobre la oreja. Pero al dar dos pasos, uno con chamarra de piel café, me tomó del brazo y me preguntó -¿a dónde vas, quien eres?-, mi respuesta fue concreta ante la obviedad de su personalidad intransigente. -soy reportero, aquí está mi identificación y no te incumbe a donde voy o que voy a hacer, este es un recinto público y más pública es la explanada-, su respuesta fue -es que tenemos órdenes-, -yo no tengo órdenes ni pretensiones de obedecer las tuyas- ¿cuál es tu nombre y a qué corporación perteneces, quién es tu jefe?-, – pase, pase- respondió.
Al ingresar al vestíbulo del edificio, otra veintena más de estos «black in men», observando con recelo el intento de protesta del Sitez que fue a fin de cuentas, minimizado por los operadores de Jaime Santoyo que como un acto de prestidigitación, salían de paredes como si estuviesen sumergidos entre la pintura de éstas y emergieran de su claustro vigilante.
Todo parecía, en el parámetro de la normalidad. La banda de guerra del Ejército acudió a hacer los honores a la bandera. Sólo hicieron su trabajo. La sesión en el pleno comenzó. Carlos Pedroza, como presidente de la mesa directiva tomó lista de asistencia y con mirada nerviosa, dirigía la parafernalia sesión, que dicho sea de paso, debe ser incómodo para él, tener que presidir el mes de septiembre , pues como no es afecto a acudir a las sesiones, ahora casi de manera forzosa, tendrá que asistir.
Pasaron algunos minutos, colocaron una mesa adornada con dos arreglos florales en su base, las dos fuerzas políticas posicionaban su lugar, los oficialistas, acompañados del diputado «independiente», José Guadalupe Hernández flanqueaban la mesa, de frente esperando la llegada Alonso Reyes, casi todos los priistas y una legisladora del Verde.
Por contraparte, los de oposición, a un lado mío, con una mirada extraña que maliciosamente anunciaba que algo pasaría. La estrategia de protesta había sido ajustada momentos antes. «A nadie de la oposición le mandaron invitación para el informe», escuché de parte de uno de ellos. La falta de la más mínima cortesía protocolaria por parte de Alonso manifiesta la exclusión, la segregación partidaria y partidista. Una grave muestra de intolerancia, de infantilismo político.
Algunos funcionarios, que formaron la avanzada, como el secretario de Administración, Le Roy Barragán, en alarde de simpatía, saludaban tanto a diputados de oposición como oficialistas, riendo a carcajadas con el PRD, PT, Morena; abrazos, saludos, palmadas en la espalda. Entretenido el burócrata en su afán protagónico, no escuchó las advertencias de personajes tratando de hacerle ver que algo grande se avecinaba. «No pasa nada, tenemos todo bajo control» respondió con mirada indiferente.
De repente, una sombra negra, acompañada de otra docena más, hacía su entrada magnífica al recinto el Virrey Alonso. Como pañuelo de mago, los diputados de oposición sacaron pancartas enceradas (por lo práctico de guardarlas en sus solapas), con leyendas claras, simples, verdaderas, «corrupto», «hipotecaron el estado», «educación gratuita», que correspondían a cada una de las luchas que han emprendido cada uno de ellos.
Alonso, trataba de ocultar la molestia. Arribó a la mesita donde sus guardaespaldas, «los otros», esperaban con ansias manifiestas que entregara su Quinto Informe. Gritos a la «izquierda» del gobernador – corrupto, corrupto- llenaban el vestíbulo, minimizaba el panfleto discursivo de Pedroza. Sin más, en el otro extremo, un guardia quitó una pancarta al diputado perredista Juan Carlos Regis y quiso hacer lo mismo con Eugenia Flores.
Los ánimos se encendieron en una llamarada fulminante. El acto protocolario fue incendiado por el propio equipo de Alonso. Caminé rápido hacia el sitio, por sorpresa ví, al mismo guardia, forcejeando con el ex diputado federal y esposo de la diputada panista Guadalupe Medina. Ánimos al máximo pero no en éxtasis. Salí a grabar en video al susodicho agresor, -¡Eres de gobierno, eres policía?-, sólo ocultaba el rostro. Los demás guardias impávidos, no reaccionaban. Regresé al recinto y todo surgió como un volcán adormilado que despierta del letargo. Así fue. Alonso apresurado, no pudo contener la cara firme, la sonrisa chueca, ojos rojos y cara furiosa salía del vestíbulo pero sin más, los gritos subieron de tono -corrupto, corrupto- gritaban diputados, personal, asistentes y uno que otro reportero conmovido en la euforia de la catársis colectiva. No pude contenerme, la energía reprimida en editoriales se externó sonoramente, también lo dije.
Un asistente de un diputado, con la rabia en la voz, se acercó a menos de un metro del «mandatario», una fuerte sonoridad lanzó, -¡CORRUPTO!- , como poseídos por la falta de cerebro, 6 ó 7 escoltas emergieron de las profundidades , (por lo bajo de estatura) y arremetieron contra la persona, Ahí si hicieron gala de la unidad, no discriminaron, empellones, empujones, manotazos a diestra y siniestra. Me tocaron dos codazos, no los respondí pero si un enérgico: – si me golpeas tengo el derecho de regresártelo, no me importa tu calidad de policía. me atribuyo el derecho que te inventas». Nadie respondió, De seguro, no entendieron el argumento.
2 minutos más tarde, los medios acapararon la atención de los quejosos. Iván de Santiago, Rafael Flores, Regis Adame, Femat Bañuelos, Soledad Luévano, Eugenia Flores y José Figueroa exclamaron a los cuatro rumbos «he aquí la intolerancia, la represión de un gobernador que no sabe escuchar, un gobernador, que sólo sabe responder a los problemas con violencia e indiferencia, un gobernador, que le quedó grande el trabajo».
Triunfantes, salieron del Congreso y juntos, se fueron a beber café, a determinar las acciones subsiguientes. En la calle todo mundo sabía lo ocurrido minutos antes. Benditas redes sociales. «Gracias diputados por hacer lo que nadie se atrevía», fue el comentario más acertado en la entrada del Acrópolis.