“El Zarco” y “Los bandidos de Río Frío” en el siglo XIX, los narcocorridos y la tortilla western de los hermanos Almada en el XX; más recientemente la literatura, la plástica y la cinematografía de creadores como Élmer Mendoza, Luis Estrada y Teresa Margolles develan el sentido y la función social del crimen en México.
A diferencia de autores como Fuentes, Revueltas y Paz, para quienes la violencia y lo terrible expresan cierta esencia de lo mexicano, Héctor Domínguez Ruvalcaba sostiene en su nuevo libro “Nación Criminal” -editado en el sello Ariel- que la criminalidad ha de interpretarse a partir de la incompetencia del Estado y como forma de control social.
Así, pone al descubierto un México en donde las leyes son irrealizables desde la invención misma del país y en el que la criminalidad constituye a la vez rebelión y contención social.
He aquí un mundo donde el crimen se imprime en figuras de masculinidad, en cuerpos rotos, en muertos anónimos y excluidos de la memoria, en feminicidios y otras violencias de género. Un mundo que narra la corporeidad de la violencia.
Héctor Domínguez Ruvalcaba (Hermosillo, Sonora) es doctor en Literatura Hispánica por la Universidad de Colorado y profesor investigador de Estudios Culturales Latinoamericanos y Literatura en la Universidad de Texas, en Austin. Entre sus publicaciones se cuentan “De la sensualidad a la violencia de género”,
“La modernidad y la nación en las representaciones de la masculinidad”; “La modernidad abyecta”; “Formación del discurso homosexual en Hispanoamérica”, y en coautoría con Patricia Ravelo, “Desmantelamiento de la ciudadanía. Políticas del terror en la frontera norte”.