La desaparición y probable masacre de los 43 normalistas mexicanos han centrado la atención mundial en la escala de la violencia desatada en México por los narcotraficantes, con frecuencia en complicidad con las autoridades policiales.
Lejos de representar un caso aislado, el de los 43 normalistas de Ayotzinapa, que el pasado 26 de septiembre desaparecieron después de ser atacados y detenidos por la Policía municipal de Iguala, resultó ser solo una página de un grueso libro donde están ‘inscritas’ cerca de 20.000 desapariciones ocurridas en los últimos años por acción de las bandas criminales, a menudo en connivencia flagrante con las autoridades estatales, informa ‘The Guardian’.
Los familiares de los desaparecidos se han mantenido prácticamente en silencio por temor a represalias. Ahora, sin embargo, muchos han encontrado fuerzas para denunciar el terror impuesto por los narcotraficantes y policías corruptos. «Es hora de perder el miedo y aprovechar el momento para decir a todo el mundo que no se trata solo de los 43 desaparecidos», afirmó Claro Raúl Canaán, quien una mañana reciente junto con otras 50 personas fue a las colinas en las afueras de Iguala, guiado por la información de un agricultor local, que dijo que desde hace aproximadamente un año esta área «huele muy mal».
Raúl estaba buscando alguna pista sobre el destino de dos de sus hijos, que desaparecieron en 2008. «En estas colinas hay probablemente cientos de fosas. En México hay miles», añadió. El padre de Francisca Soñanez desapareció en agosto del año pasado mientras estaba entregando periódicos. Un mes más tarde dos de sus hijos fueron sacados de la casa familiar por unos hombres armados. Asumió que de este modo se vengaron de ella por haber denunciado el primer delito. La mujer no reportó el segundo delito.
«Lo que el Gobierno parece querer es que todo el mundo olvide lo que pasó aquí», aseveró Miguel Ángel Jiménez, miembro del equipo de vigilancia que sostiene que la crisis de seguridad de México puede ser resuelta mediante las milicias locales y la autonomía regional.
«Por lo menos queremos ser capaces de enterrarlos adecuadamente», dijo Mayra Vergara tras encontrar un fémur humano y romper en lágrimas silenciosas. «Por el momento, ni siquiera tenemos un lugar donde podemos llorarles», agregó. La caravana regresó a la ciudad después de haber identificado seis sitios que contenían huesos humanos y uno con ropa.