La ‘cara’ del Tíbet es mucho más arrugada de lo que se creía. Al menos uno de los ríos que lo atraviesan, esconde bajo el lecho fluvial un antiguo cañón de hasta miles de metros de profundidad.
El hallazgo, que altera la visión geológica generalmente aceptada de la meseta tibetana, se debe a la datación radiométrica de las pruebas de roca tomadas en varios pozos que los geólogos taladraron en distintos lugares del valle. En concreto, detalla la revista ‘Science’, los investigadores midieron niveles de berilio-10 y aluminio-26 en todas las muestras de sedimento recogidas y relacionaron los resultados con las respectivas profundidades de las que habían sido extraídas.
«Fue pasmoso ver que en otro tiempo el río surcó una profunda ranura a través de toda la meseta tibetana, que hoy no existe. Esto fue un gran descubrimiento», dice el director del Observatorio de Tectónicas de Pasadena, California, Jean-Philippe Avouac, quien encabezó el procesamiento de los datos recopilados.
El colectivo científico vincula la rápida oclusión del cañón al movimiento ascendente que la región montañosa experimentó durante las recientes épocas geológicas, como consecuencia del rápido desplazamiento de las placas continentales.