“Desquítate, desahógate, echa de tu ronco pecho ahora que hay modo. Es el 15 de septiembre, la noche de todos los mexicanos, el aniversario del día en que somos libres entre pura campanada. Órale a darle, a matar gachupines, a aventar cohetes (si te lo permiten), a tomarte otra cerveza frívola (si logras atravesar ese caos pegajoso, el espacio húmedo, las voces que se dejan caer como mentadas en la turbiedad de los sentidos, nieblas animadas por fuegos artificiales, alaridos de júbilo a espaldas de cualquier desastre histórico). Estás en el Zócalo con tu palomilla brava, estás frente a una fogata en la esquina, estás en el patio de la vecindad con tu familia, estás en el cuarto de tu carnal con el resto del grupo. Estás en la Rinconada, sin intentar aclararte las cosas, muy lejos de todo, lejos del te-juro-que-ora-sí, a mucha distancia del cambio, ni a quien pedirle chance, ni a quien rogarle por la última oportunidad” (Carlos Monsiváis, 1970, Días de Guardar, pág.
Por Andrés Vera Díaz
Millones de mexicanos conmemoran este lunes en su país y en el extranjero, sobre todo en Estados Unidos, el «Grito de la Independencia», un festejo que es motivo de alegría y cohesión nacional, y que para algunos historiadores tiene más valor que la concreción misma del proceso emancipador.
La historia cuenta que en la noche del 15 al 16 de septiembre de 1810, el cura Miguel Hidalgo y Costilla, nombrado el Padre de la Patria, inició el levantamiento armado para independizarse de España tras ser avisado de que la conspiración que fraguaba en la ciudad de Querétaro (centro del país) había sido descubierta. Hidalgo dio el «Grito» reivindicativo en el pueblo de Dolores, en el estado de Guanajuato, a unos 300 kilómetros al noroeste de la Ciudad de México.
Sin embargo, se celebra un día antes debido a una «ocurrencia» del presidente Porfirio Díaz, quien ejerció el cargo en nueve ocasiones, entre 1876 y 1911. Díaz cumplía años el 15 de septiembre -nació en Oaxaca ese día pero de 1830- y para festejar el Centenario de la Independencia de México en 1910 decidió hacer coincidir en la misma jornada las dos celebraciones. Pero esa es solo una de las anécdotas que rodean un relato incrustado en el imaginario colectivo nacional y de múltiples interpretaciones.
El «Grito» tiene «una vigencia incluso más fuerte que la misma noción de la conformación de la Independencia porque, en el fondo, nosotros nunca celebramos la conclusión o realmente el establecimiento de la independencia». Según Juncia Avilés, catedrática de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la consumación de ese proceso histórico -el 27 de septiembre de 1821- no se festeja «en gran media porque Agustín de Iturbide acabó empañando su propia historia y acabó como un traidor».
Al inicio de las luchas independentistas el militar Iturbide combatió contra los insurgentes del lado de los realistas pero luego pactó con los primeros y presidió el primer Gobierno provisional de México, que se transformó más tarde en un imperio, lo que acabó causando el levantamiento en armas de sus aliados en la gesta emancipadora. Además, Avilés cree que el Grito de Independencia no fue tal, sino una invocación a defender los ideales de la Nueva España. «Estaban llamando a una movilización y la insurgencia pensaba que esa era la posibilidad, el momento, de empezar a decidir por nosotros, que era lo que se tenía que hacer y pensar en un país como tal», precisó.
Cuando uno habla del mito de la Independencia mucha gente lo toma como mentira pero lo que el suceso logra es «cohesionar, integrar y demostrar cómo estaba naciendo México. Lo cierto es que Hidalgo, en el balcón de la parroquia de Dolores desde donde gritó, no portaba una bandera sino un estandarte de la Virgen de Guadalupe.»¡Viva nuestra madre santísima de Guadalupe!, ¡viva Fernando VII y muera el mal gobierno!».
Las ceremonias que se construyeron en el siglo XIX van a dar esta lógica, el camino de cómo nos fuimos construyendo hasta llegar a ser lo que somos hoy. Ese hoy que describo en los siguientes párrafos sin ser afano, puesto que muchos abrimos los ojos a la realidad, a pesar de eso, amamos a México pero no a ciegas.
México no es un país independiente. El ideal francés de “… igualdad y libertad, protección a la propiedad privada y el derecho al trabajo” (Robles, 1996; pág. 25) que nutrió la Guerra de Independencia en 1810 en el territorio de aquella entonces Nueva España, no se ha consumado en la actualidad. Sí, es verdad que el inicio de esta guerra independentista nos trajo, hasta 1821, la liberación del dominio de la Corona Española, pero no así la restructuración bajo los principios que la Francia revolucionaria hereda a los criollos. Pero la independencia de un país no es por decreto, debe existir una construcción social alrededor de este concepto. En el caso de México no es así; muy al contrario, sigue prevaleciendo la idea de saqueo proveniente de la colonia: “un territorio de rapiña”.
Esta supuesta independencia bajo la mirada de una falta de estructuración social es uno de los puntos fundamentales de argumentación para la afirmación de que México no es independiente, la lucha continúa a lo largo del siglos XVIII, XIX, XX y nos llega hasta el siglo XXI, donde con el regreso del PRI y un entreguismo absolutorio a los capitales extranjeros está lejos de ser una consecuencia real de aquellos personajes que soñaban con una forma social unitaria.
El mexicano tiene memoria de corto plazo, olvida su historia y teje alrededor de ella un misticismo que no le permite observar con detenimiento que el avance propuesto por la Guerra de Independencia no se ha consolidado por más de 200 años; que los ideales de libertad e igualdad se mantienen bajo formas simuladas, que la supuesta independencia no es más que dependencia.
“No es cierto”, dicen muchos. Esa es una de las afirmaciones comunes que se escuchan principalmente en los medios de comunicación alineados con aquellas estructuras de poder basadas en el saqueo.
Los que afirmamos que no hay que celebrar una fiesta así, somos acusados de mezquindad, sin importar que los grandes problemas del pueblo del siglo XVIII se encuentren vigentes inclusive 200 años después. Esta actitud es muestra de una falta de visión de los problemas sociales de México, no por los gobiernos que tienen muy claro su objetivo: el saqueo; sino de los pueblos de México, porque nuestro país es pluricultural, un aspecto que no consideraron los independentistas al adoptar los ideales franceses, manteniendo sólo la herencia de la cultura prehispánica, al pasado “… pero discriminando a los indios de carne y sangre” (Montemayor, 2008, pág. 65).
De estos problemas, datos hay muchos; aquí hay algunos cuantos: La pobreza extrema en México frente a los ricos mexicanos; sin capacidad educativa; el racismo 200 años después; el costo de la corrupción;la exclusión indígena; la descomposición social; entre otros problemas históricos.
Una fiesta no basta para lograr la unidad, hace falta la transformación social, el hacer memoria, es decir, conmemorar no la libertad simulada, sino aquella que se construye día a día combatiendo la pobreza, la falta de educación, el racismo, la corrupción, la discriminación y la descomposición social, eso es lo mínimo por donde comenzar. Para ello habrá que educarnos, porque “sin espíritu crítico, visión histórica y revisión de las condiciones políticas, es imposible emprender una obra de cambio social” (Robles, 1996, pág. 23).
Estimado lector, la reflexión está puesta sobre la mesa de los debates. Ya no podemos esperar a la próxima generación para plantear soluciones pues han pasado 200 años y si se continúa con esta postura serán más y posiblemente, muchos más. El aquí y el ahora es fundamental.
Aún así, hoy en día el «Grito» lo da el presidente a las 23.00 horas locales (04.00 GMT del 16) desde el Zócalo de la capital mexicana, escena que se repite con autoridades menores en la mayoría de la plazas públicas de los 2.457 municipios del país.»¡Mexicanos!, ¡Viva la Independencia Nacional!, ¡Vivan los héroes que nos dieron Patria y Libertad!, ¡Viva Hidalgo!, ¡Viva Morelos!, ¡Viva Allende!, ¡Viva la Corregidora!, ¡Viva Aldama!, ¡Viva Guerrero!», gritan las autoridades.