Por Andrés Vera Díaz
El proyecto de la Presa Milpillas en Zacatecas es más que una simple obra de infraestructura; es una respuesta urgente a una crisis hídrica que asfixia a la región central del estado. Las zonas metropolitanas de Zacatecas y Fresnillo, junto con varios municipios, enfrentan un déficit crónico de agua que amenaza su crecimiento económico y la calidad de vida de sus habitantes. La dependencia histórica de acuíferos sobreexplotados ha llevado al agotamiento de las reservas subterráneas, una práctica insostenible que los gobiernos pasados, independientemente de su afiliación partidista, no lograron atajar eficazmente.
La historia de grandes obras hídricas en México está plagada de ejemplos donde la visión técnica primó sobre la justicia social y el impacto ambiental. Los errores de gobiernos anteriores se resumen en tres puntos neurálgicos:
Exclusión de las Comunidades de Origen: Proyectos como Milpillas, que impactan directamente a comunidades como Jiménez del Teúl, históricamente han priorizado el abasto a centros urbanos, dejando a los pueblos de la ribera sin acceso al recurso que nace en su territorio y sin beneficios tangibles que compensen el impacto ambiental y social.
Los megaproyectos en administraciones pasadas estuvieron a menudo envueltos en sobrecostos y corrupción, desviando recursos y minando la confianza pública. La falta de transparencia en la asignación de contratos y la ausencia de auditorías efectivas resultaron en el fracaso durante dos gobiernos consecutivos.
La visión se centró únicamente en la construcción de la infraestructura (la «obra gris»), ignorando la necesidad de implementar una gestión integral del recurso (la «obra verde»). No se invirtió en tecnificación de riego, en cultura del agua ni en la infraestructura básica de las comunidades aledañas.
La Presa Milpillas, con un presupuesto federal estimado en 9 mil millones de pesos, se presenta como una oportunidad histórica para corregir estos vicios. Su viabilidad técnica, al captar y distribuir el caudal de un afluente superficial, es la única vía para aliviar la presión sobre los acuíferos agotados y garantizar el suministro a largo plazo. Sin embargo, su viabilidad social y su legitimidad dependen directamente de que el gobierno actual adopte una visión de justicia territorial que rompa con los esquemas fallidos del pasado.
Ante la magnitud de la inversión federal de 9 mil millones de pesos, la Presa Milpillas debe ser el ancla de un proyecto de Desarrollo Regional Sostenible que trascienda la simple infraestructura hidráulica. La propuesta debe ser explícita y vinculante, garantizando que el municipio de Jiménez del Teúl, donde se ubica la obra, reciba una compensación justa y una transformación estructural en sus condiciones de vida.
Una estrategia viable requiere destinar un porcentaje claro del presupuesto total de la obra —idealmente entre el 3% y el 5% del costo—, es decir, entre 270 y 450 millones de pesos, para un Fondo de Desarrollo Social y Ecológico de Jiménez del Teúl. Este fondo debe ser administrado con supervisión ciudadana y destinado a los siguientes pilares de desarrollo, cumpliendo con la justicia territorial:
- Infraestructura Social Básica y Servicios Dignos
Agua Potable y Saneamiento: Inversión para modernizar las redes de agua potable, asegurando el suministro de calidad dentro del municipio, independientemente de la operación de la presa. Establecer plantas de tratamiento de aguas residuales.
Salud y Educación: Construcción o rehabilitación integral de centros de salud, dotándolos de personal médico permanente, equipos y ambulancias. Modernización de escuelas e implementación de programas de becas locales vinculadas a la protección ambiental.
Conectividad y Caminos: Pavimentación y mantenimiento de los caminos rurales y carreteras que conectan a las comunidades más marginadas de Jiménez del Teúl, facilitando el comercio y el acceso a servicios.
- Soberanía Alimentaria y Desarrollo Económico Local
Proyectos Productivos Sustentables: Financiamiento e incubación de proyectos locales enfocados en el agroturismo, el manejo forestal sostenible y la ganadería de baja intensidad. Capacitación técnica para que las mujeres rurales se conviertan en gestoras y líderes de estos emprendimientos.
Garantía Hídrica Local: Implementar sistemas de captación de agua de lluvia y pequeños reservorios (bordos y presas de gavión) en las comunidades de Jiménez del Teúl, asegurando que el recurso hídrico se mantenga para el consumo humano y las actividades de subsistencia.
Comercio Justo: Crear cadenas de valor que conecten a los productores locales con mercados externos, garantizando precios justos y eliminando intermediarios.
- Mitigación y Vigilancia Ambiental
Restauración Ecológica: Creación de un programa de reforestación y conservación de la cuenca del Río Atenco, con empleo directo a los habitantes del municipio para monitoreo y vigilancia ambiental.
Compensación Ecológica: Uso de un porcentaje del presupuesto para adquirir y proteger áreas de valor ambiental en el municipio, garantizando la conservación de la biodiversidad local.
La construcción de la Presa Milpillas en la Cuarta Transformación debe ser un modelo de gobernabilidad que se sostenga en la confianza y la transparencia. El gobernador David Monreal Ávila y la administración federal tienen la obligación de desmantelar la sospecha histórica que rodea a los megaproyectos.
Para asegurar el éxito, el proceso debe ser completamente abierto a la ciudadanía: la conformación de un Comité de Vigilancia Ciudadana, con participación de los habitantes de Jiménez del Teúl, la publicación trimestral de los estados financieros de la obra y la realización de auditorías concurrentes son elementos indispensables para la legitimidad.
Si la inversión de 9 mil millones de pesos se ejecuta bajo una estricta rendición de cuentas y se acompaña de un plan de desarrollo regional que priorice al municipio de origen, la Presa Milpillas dejará de ser vista como una amenaza o un despojo. Se convertirá, en cambio, en el motor de prosperidad social y sustentabilidad hídrica para Zacatecas, demostrando que es posible construir infraestructura vital sin sacrificar la justicia territorial. Esta es la oportunidad que la historia le brinda al estado y que no debe ser desaprovechada.