Por Andrés Vera Díaz
Las alertas emitidas por el Departamento de Estado del vecino país norteño poseen una consonancia muy dispar. Por un lado, la nación que más fomenta la violencia en el planeta, es quien posee la calidad moral para tal efecto; por el otro, la inclusión del concepto de «violencia terrorista» remarca una retórica política intervencionista.
Eso, evidentemente no será enmarcado en la narrativa de la derecha, pero en el contexto del Festival de Ciudades Patrimonio en la capital zacatecana, el hecho de propagandear la alerta en un sentido específico, engloba una percepción generalizada para no visitar la entidad. No me ayudes compadre.
Las alertas tienen más de 20 años siendo emitidas, pero la anexión del concepto de terrorismo reviste al reciente «aviso» en la hondonada propagandista para el combate a los cárteles de la droga desde su catalogación como grupos terroristas.
Increíblemente, esos mismos grupos terroristas, alimentados con armas desde los propios Estados Unidos con el operativo «Rápido y Furioso» en los tiempos de Felipe Calderón, fueron denominados así en tiempos en los que la 4T gobiernas el país, no antes.
Entonces, las contradicciones se presentan en la construcción de una narrativa intervencionista pero con referente político, no más. Estados Unidos no ataca a las estructuras criminales en su propia tierra, ni presenta datos sobre el combate al lavado de dinero, mucho menos detiene la venta ilegal de armas por parte de empresas legalmente constituidas en su territorio.
El falso combate a las organizaciones criminales en otros países dista mucho del propio. ¿Qué país ha obtenido «beneficios» del intervencionismo gringo? Lugar que invaden en pos de la «democracia» y la defensa de sus intereses, lugar que queda en ruinas.
Solo debemos recordar las épocas en las que se supone, la administración de George Bush combatía al movimiento sandinista en Nicaragua, bajo el argumento de combatir al comunismo en América Latina, pero en el andanar operativo, el gobierno estadounidense -como siempre., urdió un montaje mostrando un avión lleno de cocaína para «demostrar» que el sandinisimo estaba asociado con el Cártel de Medellín y hasta con Fidel Castro. Todo fue un fracaso impresionante, pues la farsa era parte de una elaborada operación encubierta urdida por Oliver North, la CIA, el grupo de trabajo antidrogas de George Bush y un narcotraficante convicto llamado Barriman Alder Seal -de quién por cierto existe una película protagonizada por Tom Cruise-. Fue Seal quien pilotó el avión, equipado con cámaras instaladas por la CIA, hasta la pista de aterrizaje nicaragüense y trajo la cocaína de vuelta a la Base Aérea Homestead en Florida. A cambio de sus servicios, Seal recibió más de 700.000 dólares y una reducción de la condena por delitos de drogas pendientes, pues él si tenía nexos con Medellín en el que se implicaba a altos mandos de la CIA que permitían el contrabando a cambio de «sus servicios patrióticos».
Basta recordar también, como en la época de los sesenta, en pleno apogeo de la lucha contra la guerra de Vietnam y Corea, aderezados de otros por la dignidad de la raza afromericana, las famosas Panteras Negras. que poseían una gran influencia en dicha comunidad, fueron apaciguados con la inundación de cocaína y heroína en sus áreas sociales operativas para dirimir el movimiento.
Estos dos casos son algunos de los cientos que existen para demostrar que Estados Unidos no combate el crimen organizado, busca administrarlo, como forma de coacción política, financiera y de chantaje. Si la maquinaria armamentista más grande del mundo, no puede combatir el trasiego ni el consumo en su propio territorio, ¿cómo es posible que lo haga en otras partes del mundo?
Pero a la par de la infame alerta, resulta conveniente resaltar que hace un par de días, el propio Donald Trump admitió que su capital, Washington, registra más violencia que en otras capitales del mundo. La tasa de homicidios diarios supera con creces las de otras ciudades que tienen diez o quince veces más la población de esa área urbana.
En contraste, la reducción del homicidio doloso en México y otras partes del país, así como el crecimiento exponencial del turismo en el país, en el que datos de la propia Secretaría de Turismo Federal, más de un millón de estadounidenses han visitado tierras nacionales en 2025, expone que las «alertas», ni siquiera son tomadas con seriedad por parte de los norteamericanos.
11 por ciento más de visitantes canadienses, en el contexto de las políticas arancelarias de Trump, a México, obedece a una respuesta social para ya no visitar Estados Unidos como principal centro turístico.
De enero a junio de 2025, se registró la llegada de 47.4 millones de visitantes internacionales, lo que representa 13.8 por ciento más respecto al mismo periodo en 2024, muestran los datos. Así pues, se demuestra que las «alertas terroristas» que se han emitido, sencillamente tienen la intención de engordar una retórica de desgaste para el gobierno mexicano, nada más.
Si bien, la alerta tiene componentes reales como el secuestro, la extorsión y la presencia de grupos criminales, son elementos que han sido enunciados desde hace más de veinte años. La novedad pues, conlleva la intención de resaltar exponencialmente un discurso para reforzar las intenciones de intervencionismo directo, sin admitir el fracaso por ejemplo, de la iniciativa Mérida que se impuso en el sexenio de Calderón, donde coincidentemente no hubo una estrategia de raíz, sino el supuesto combate frontal que explotó en una marejada de violencia sin precedentes, con el factor García Luna, quien su participación desde la esfera gubernamental, ha demostrado como en esos gobiernos, no solamente había protección a los grupos criminales, sino su construcción y promoción.
Por tales motivos, es mezquino enunciar la alerta como fidedigna y legítima. Los datos y hechos históricos hablan por sí solos. Habría que ver si Estados Unidos emite los mismos señalamientos en las ciudades terriblemente violentas como St. Louis, Missouri, Baltimore, Nueva Orleans, Detroit, Cleveland y Las Vegas, donde las tasas de homicidio por cada cien mil habitantes son superiores a las de ciudades mexicanas, según consta en el reporte 2024 de la organización Freedom for All Americans.















