Por Andrés Vera Díaz
Rápido, como de rayo se apresuraron algunos a propagandear una fotografía entre el senador Saúl Monreal y el que se dice alcalde de la capital, Miguel Varela.
Era necesaria una respuesta ante el espaldarazo que emitiera Ricardo Monreal a Rodrigo Reyes, ¿pero bajo que lógica? La emisión de una aparente pax romana se asienta en redirigir, endosar como siempre lo que Varela aparenta, que le rinden cortesía o pleitesía porque «es el bueno de la oposición».
Esa generación de percepción no solamente es tempranera y poco creíble, del borrón y cuenta nueva tras señalamientos políticos que rayaron hasta en lo personal, no se dirime con una foto que intenta emitir el mensaje de una reconciliación bajo la premisa de un enemigo o adversario en común.
En la balanza electoral, Saúl obtuvo 354 mil sufragios, siendo el candidato más votado en la historia del estado; por otro lado, Varela obtuvo la victoria en la capital con una diferencia de poco más de tres mil votos. ¿En serio se trata de hacer parecer que el panista lleva la batuta?
Pero lo más curioso, es que el propio senador aclaró a quien redacta que fue una fotografía de simple cortesía y coincidencia física en un evento de la cofradía de Bracho, en el marco del inicio de la próxima representación. «Es todo, no hay más», dijo Saúl en mensaje directo a este reportero.
Y es que resalta la insistencia de victimizar a Varela ante las visitas de la presidenta Sheinbaum. «No nos invitan», reprocha en un carácter de poca forma, cuándo en campaña se cansaron de señalarla como «narco candidata». El llamado a la unidad que pregonaban sus «asesores» ante el relegamiento de las presencias presidenciales, eran contrastadas con las declaraciones de Noemi Luna, allegada política de Varela quien un día sí y el otro también, alega prácticamente que todos en Morena son narcos y delincuentes. Así pues, la lógica es contradictoria, como aquellas declaraciones de Rubén Flores, que presidente del CEE de Morena al casi calificar de traidores a quienes se toman o les toman una fotografía, en actos institucionales o casuales en eventos sociales por invitación de terceros.
Pero, si la idea es crear la sensación de un acuerdo de facto contra el «davidismo – veroniquismo», tampoco encuentra consistencia. Si bien, la llamada «secta» está gestando una campaña contra todo lo que no represente sus intereses cupulares, no es que desde su manifiesta oposición -como el propio Saúl expresó en el podcast INSURRECTO- es que se alíe con el adversario per se.
Una cosa es la diplomacia y otra diferente construir percepciones que generen ruido al propio senador como un desesperado aspirante a gobernador. Por el contrario, Saúl sencillamente manifiesta lo que le es propio, es un político que tiene la capacidad de tener un tono conciliador, a pesar de las innumerables veces que le han llamado corrupto, «monrealito» o hasta objeto de chantajes mediáticos.
Si la lógica fuese -por una sencilla fotografía., que está endosando un potencial político – electoral superior a un panista que dejó un verdadero desastre en Tlaltenango, sería de una ingenuidad tremenda. Es como calificar en ese espectro, que los abrazos de Adán Augusto y Alito Moreno -en el contexto de las acusaciones hacia ambos personajes- contienen esa misma sustancia negociable. En unas, las imágenes son hipocresía, en otras son legítimas. Vaya.
Pero al tiempo, Saúl esta construyendo un escenario único en el que él conserva una plusvalía mucho más consistente, tanto en la numerología como en la estructura, cuestión que Varela adolece. El alcalde, sectario como él mismo -y vaya que lo es, irónicamente a lo que reprochan sus emisarios-, no alcanza a comprender que esa dinámica solamente le produce animadversión, de ahí su necesidad de aparecer como un personaje que puede asistir en coincidencia a eventos en los que están morenistas, pero en el fondo, desprecia todo lo que represente las siglas guindas y lo hace notar por medio de «vocerías», plumas y declaraciones.
«Un Monreal no nos puedo salvar de otro Monreal», frase que elevan al máximo en planos opositores, ah, menos cuándo se saluda con Varela. Es la pérfida insinuación que se pretende construir cuándo la retórica a lo largo de cuatro años era un rechazo total, explícito y de carácter personal. La verdad me parece ridículo.
Al tiempo, Saú conlleva consigo una estrategia mucho más profunda que manifestar por una simplona foto, la posibilidad de convertirse en candidato a la gubernatura en 2027. Lleva consigo tanto la prospección como ya el impulso de cuadros -hasta para la capital-, con la consigna de iniciar el periodo de armado electoral, consecuente con el proyecto que será inclusivo, más no endosado. He aquí la diferencia y vaya que es importante.
Tanto, que hasta se fue a meter a Tlaltenango en visitas recientes, dónde pudo constatar el desastre varelista; por eso, si un saludito pero de lejitos en la grilla porque no será parapeto de lo que la gente de viva voz, le dio a conocer de las administraciones panistas pasadas.
No nos confundamos, Saúl no está desesperado por «reclutar» a Varela, en todo caso, que exista una coincidencia en quien no debería gobernar Zacatecas, no transfiere automáticamente la intención la batuta primordial a un panista.
«Mi esencia es la pluralidad, rechazo el sectarismo, no creo en el puritanismo», ha dicho Saúl y agregó, «sería un error hacerle caso al sectarismo» dijo, pero el comentario por supuesto que incluye al propio Varela. «Él vino y él me saludó», expresó el senador en su rueda de prensa de los lunes. ¡Pum! El quién es quién no se deja en duda.
Lo divertido en todo caso, será observar el cambio radical de la narrativa varelista, los matices no existen ahí ni los niveles del discurso.















