Por Andrés Vera Díaz
En México, el Poder Judicial ha sido históricamente un ente opaco, alejado del escrutinio público y, en muchos casos, al servicio de intereses políticos y económicos. Durante los sexenios de Felipe Calderón (2006-2012) y Enrique Peña Nieto (2012-2018), el Poder Judicial gozó de privilegios excesivos, protegiendo a políticos corruptos, empresarios influyentes y grupos de poder, en lugar de garantizar justicia para la ciudadanía.
Ante esta situación, la elección de magistrados y jueces se convierte en un acto de suma importancia para la democracia mexicana
Tradicionalmente, los jueces y magistrados en México han sido designados por grupos políticos sin participación ciudadana. Esto ha generado un sistema judicial clientelar y corrupto.
Casos emblemáticos como los onerosos salarios de ministros, jugosísimas compensaciones, los multimillonarios fideicomisos que servían para privilegios exclusivos, la liberación de delincuentes de cuello blanco y del crimen organizado, y el servicio del Poder como aparato de oposición a lo que no corresponde a los intereses de potentados, es lo que en realidad defiende la oposición con el llamado a no votar en el proceso.
La protección a Salinas Pliego para que patee desde la Corte, la obligación de pagar más de 60 mil millones de pesos en impuestos; la desaparición de Luz y Fuerza del Centro dejando a su suerte a miles de rabajadores sin retiro y avalado por el mismo ente corrupto; la condonación de multa por 10 mil millones de pesos a la trasnacional Iberdrola; el descongelamiento de cuentas a la espora de García Luna, ambos sentenciados a pagar 2500 millones de dólares por corruptelas en los sexenios de Calderón y Peña Nieto, ¿no son motivos suficientes para democratizar al Poder Judicial?
El conservadurismo más rancio, pretende deslegitimar la elección porque entonces, ya no tienen en realidad nichos de influencia certeros para impedir que se asiente un cambio preciso en el país.
¿Quién dijo que era fácil impulsar elecciones en dicho Poder? Acaso fue fácil la independencia de México, la Reforma y la Revolución Mexicana? El escenario catastrófico de la oposición sencillamente pretende imponer el temor, es la resistencia natural -para ellos- al cambio.
Sí, en efecto existe una complicación en el mar de candidat@s, pero es la prueba inicial. Es prácticamente imposible sufragar, dicen, con más de tres mil 400 candidatos repartidos en seis boletas para elegir 881 cargos; pero, y se avocaron a promoverla, no. ¿Porqué¿, porque hacerlo sería legitimarla, a pesar de haber estado en contra y luego meter candidaturas, hoy llaman a no participar, Así es la derecha, contradictoria y conservadora. Sencillamente sus opciones no levantan, de ahí el nuevo llamado a no votar, y desesperadamente, por medio de impresentables como Fox, Calderón y las plumas como Krauze y Camín. Patético.
La narrativa, a días de la elección ya no es “por quién votar” sino por No votar. Vaya contradicción. ¿Qué entenderán por democracia?
Todo está decidido, refritean; como si anteriormente ante el dedazo y la cargada presidencial no existiese decisión unilateral. Te aperciben y sentencian si participas como legitimación de «la farsa». ¿Entonces para que promueven a escondidas con sus últimos reductos estructurales a sus propios candidatos? Esa es la gran farsa.
Te hablan de autoritarismo, ese que Zedillo aplicó al disolver la Corte; te hablan de complicidad, ese que hubo en el caso de la guardería ABC; te atemorizan con que se aplasta la democracia, pero, alguien conoce una mejor forma de ponernos de acuerdo?















