Por Andrés Vera Díaz
Alfonso Ramírez Cuellar, nacido el 14 de junio de 1959 en Río Grande, Zacatecas, elegido por el Consejo Nacional de Morena para sustituir a Yeidckol Polevnsky, ¿fue estigmatizado por AMLO para reencauzar el destino del partido?.
Varias opiniones parecen coincidir con esa razón y justificar así que un albazo diera por sentado el corte a la “perpetuación” de la lideresa al frente del Comité Ejecutivo Nacional, y aunque la convocatoria realizada por Bertha Luján carece de legalidad frente a sus propios estatutos y tras la resolución del pleno de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) que revocase todos los acuerdos tomados por el Consejo Nacional de Morena en sesión extraordinaria del 30 de noviembre pasado, incluido el de la elección de tres integrantes de la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia del partido, la decisión de lanzar un caballo que no formaba parte de la lista de aspirantes al cargo deja entrever que el propio presidente de la República se hartó de las rispideces insulsas por la manutención de cotos de poder.
El proceso de renovación el año pasado, entre violencia explícita, acarreados y condicionamientos, también, por parte de la autoridad electoral, se mandató reponerlo con la reafiliación y credencialización de la militancia para evitar que acarreados inundasen las asambleas y pudieran incidir en la decisión de los miembros legítimos, lo que daría como resultado que para tal fin, se tomara el tiempo requisitado y entonces, antes del inicio del proceso electoral concurrente constitucional se definieran las dirigencias. Tales motivos jurídicos levantaron animadversión entre detractores a Polevnsky – que mantiene aún el control de los presidentes estatales- cuyos principales promotores de la discordia son la presidenta del Consejo Nacional Bertha Luján y el peón-suplente de Ricardo Monreal, Alejandro Rojas.
Ahora, además del desacato a las respectivas autoridades electorales (que omiten señalar tanto los arribistas como los históricos), así como de los estatutos de Morena que no contemplan la figura de Presidente interino o provisional, se añade la ilegalidad de la asamblea del Consejo Nacional convocada por Luján, ya que para iniciar un proceso de revocación de mandato de cualquiera de los integrantes del Comité Ejecutivo Nacional, se debe tener previa fundamentación y dictamen de la causa que la motiva por todos los y las integrantes de la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia como lo marca el artículo 40 de los documentos básicos del partido, pero la asamblea en la que se eligió a tres de los cinco integrantes de dicho órgano fue invalidado por el TEPJF.
Pero, ¿cuál es el fondo del pleito en Morena?. Un resultado electoral de 30 millones de votos, en los que el “efecto mariposa”, concepto de la teoría del caos, deja marca de hierro porque gracias al espejismo (aún) del cambio institucional en las formas de la política nacional, catapultó en cargos públicos hasta los más insulsos y grises arribistas, que con una trayectoria dudosa, pudieron acceder a grandes salarios, oportunidad de enriquecimiento y cotos de poder unipersonales o caciquiles. Pero que gran ironía encontramos entonces; desde la ilegalidad, así como del desacato se promueve la transformación de un país.
Esta reflexión obvia, me remonta a los inicios de Morena, cuya falta de institucionalidad lo proyecta a un proceso de perredización evidente. De forma contradictoria, el partido que inició el presidente con la finalidad de darle un vuelco a la podredumbre partidista y gubernamental creció a un ritmo exponencial, y ahora, Andrés Manuel López Obrador quien fundó el movimiento en 2014 a su imagen y semejanza para contender en las elecciones de 2018, no quiere ensuciar su popularidad por culpa de luchas internas que curiosamente, gracias a él, surgen de forma “indirecta”.
Aunque ha declarado en múltiples ocasiones que no meterá las manos en el partido, es una práctica registrada el dedazo en muchas de las acciones del mismo, desde la unción en candidaturas hasta la protección a miembros corruptos emanados del movimiento que trabajan en gobiernos. De esto, se infiere que el lanzamiento de Ramírez Cuellar proviene de su voz para tratar de dirimir la bola de estambre, sin embargo, el acto para su “nombramiento” como nuevo presidente nacional del partido se basa en la ilegalidad de las propias normativas y eso, tampoco deja bien parado al mandatario nacional que parece solamente mirar en la paja del ojo ajeno.
La victoria de AMLO produjo desde ya, una serie de estratagemas para colgarse de la gran probabilidad de la continuidad política en cualquiera de los diversos niveles de cargos, pero sobre todo, está el poder de influir en la candidatura presidencial de 2024, para la cual ya suenan el Canciller Marcelo Ebrard, la Alcaldesa de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y el coordinador de Morena en el Senado, Ricardo Monreal. Sin tener una estructura sólida, Morena ha conquistado enormes cuotas de poder, pues ocupa la Presidencia del país, la mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado, así como los Gobiernos estatales de Ciudad de México, Puebla, Morelos, Tabasco, Chiapas, Veracruz y Baja California, es bajo esa marcha de obtenciones, que la lucha encarnizada por tomar una rebanada del pastel se extiende en todas latitudes y el caso de Zacatecas no escapa a dicha dinámica alejada de los axiomas “no mentir, no robar y no traicionar al pueblo”.
Es un partido con mucho poder político pero a la vez con mucha debilidad institucional, que sin el liderazgo moral de López Obrador ha desatado una “lucha de poder” entre las distintas facciones del partido, que van desde la izquierda convencional hasta la centroderecha. Aunque los estatutos del partido prohíben las corrientes internas, nadie respeta el precepto porque entonces, las posibilidades de obtener beneficios no llegan.
En esta tesitura se enmarca el contexto local zacatecano, que reproduce los vicios nacionales y se evidencian en sendas contradicciones que comienzan a manchar al hasta ahora, “estoico” grupo de los históricos que se contradicen en dichos y hechos. Por un lado, Luis “el oso” Medina presumió en una radio local su amistad y cercanía con Ramírez Cuellar y Bertha Luján; llamando a la construcción de acuerdos políticos para dirimir la tragedia, pero, ¿cerrando los ojos ante la ilegalidad?; y por otro lado, Fernando Arteaga, presidente estatal, se sumó al video que publicara Polevnsky en su cuenta de Twitter: ”En Morena nos seguiremos conduciendo en apego estricto a la legalidad y a nuestro estatuto”. Mensajes duales por aquello de no errarle a quien finalmente se quede al frente del partido. Pragmatismo que da la impresión de aplicar a todas luces “el fin justifica los medios”.
Pero a todo esto, el interinato de Ramírez Cuellar podría comenzar a encadenar diferentes tintes en el morenismo local. Aunque sin mucho escenario más que aquella reunión con alcaldes del PRD y su presencia en el informe de Alfredo Femat, la posibilidad de erigirse como el caballo negro a la gobernatura de la entidad resurge.
Es Porfirio Muñoz Ledo quien impulsa al riograndense a subirse al ring de los candidateables, y aunque el viejo lobo de mar ha sido acallado por sus mismos correligionarios partidistas en ambas cámaras por el caso de la Guardia Nacional, aún tiene el respeto de círculos de poder importantes en Morena, Palacio Nacional y en otros institutos políticos que cerrarían filas. Ramírez es un declarado antimonrealista y desde el seno de la presidencia, uno de los objetivos sería encausar las bases del partido que han sido corrompidos por la marca fresnillense, sobre todo por la creación de Fuerza Social por México y los propios buscapies que de forma ya reiterativa, mandan el mensaje de que AMLO debería renunciar a Morena.
La Ley Electoral no le impide al legislador pelear por una candidatura, los artículos 16 y 17 le conceden el derecho, tampoco le niegan la posibilidad los estatutos del partido. Sería también su destape, con la venia del jefe mayor, el puente de unidad que requieren en Zacatecas y la barda divisoria contra un monrealismo demasiado ambicioso, que no tendría más opción que migrar al PT, porque bajo la propia normativa federal y estatal, su partido de reciente creación no podría competir en alianza, lo que provocaría nacimiento y muerte en tan sólo un año. Forma elegante de minimizar a los enemigos políticos que tiene en casa.
Saúl Monreal se debatiría entre la sangre y la gloria, pero bajo los antecedentes, la familia será primero, tal vez usado como “oyente” pero de igual forma, el proyecto a futuro quedaría estancado. Ulises Mejía, quién también presumió su cercanía con Polevnsky, sería el menos afectado, un pacto de civilidad enmarcada en la institucionalidad le daría las condiciones naturales para la continuidad en la capital o el anuncio de otras perspectivas. Narro, bueno, es Narro.
Veremos en próximos días, si Yeidckol asiste nuevamente a instancias extrapartidarias para defender su coto. Por lo pronto el mensaje es claro, la unificación del partido es prioritaria, sea como sea, porque AMLO no podrá soportar en sus hombros, la responsabilidad de todo. No es Dios, aunque muchos crean que sí.