Por Andrés Vera Díaz
Primer paso para el cambio, reconocimiento; sin el debido proceso de intensión a la transformación, poco o nada se puede hacer ante el dilatado proceder institucional y político que vive el país, cuya causa no es producto de 6 meses, sino por décadas de complicidad, omisión, corrupción y paliativas políticas sociales.
Los embates de la derecha rancia sustentada en el desgaste social no tiene una fundamentación de origen, es decir, son reacciones mediáticas ante sucesos recientes y no formulados con perspectiva histórica, cultural, sistémica y de aplicabilidad de las respectivas constituciones.
Sobre todo, el panismo aferrado a tratar de extrapolar el discurso “divisionista” de AMLO, se atreve a inferir que ha sido el propio presidente quien ha fomentado tal situación y alimentándola con calificativos ya de uso común, “chairos” y “fifis”. La pregunta es obligada, necesaria para desmenuzar un discurso ramplón de la oposición y que genere una luz de razonamiento enfático. ¿El divisionismo social es un discurso ficcioso, un invento mediático al tiempo o una realidad histórica y de consecuencia?. Respondo aquí, el alegato que ayer realizara la acidez panista encabezada por Noemí Luna Ayala quien dijo textual: “México está peor que antes”, sin explicar con la debida lógica, el porqué.
El divisionismo que han pretendido achacar a AMLO es real, innegable, pero en otros términos. Si bien la población mexicana posee menos de un 50% de ciudadanos viviendo por debajo del umbral internacional de pobreza postulado por el Banco Mundial, se estima que en términos de medición nacional, el porcentaje sea bastante diferente. Del 100% de la población mexicana, un 76,9% de la población total viviría en pobreza moderada, un 45,3% en pobreza, un 28,2% en pobreza relativa, un 13,4% en pobreza absoluta y 1,8% en pobreza extrema o crítica. Estos porcentajes (obviamente no acumulativos) provienen del Informe sobre el Desarrollo Humano de las Naciones Unidas de 2016. ¿La desigualdad no es más que un sinónimo de divisionismo?.
Contrastemos con la llamada “paradoja mexicana”. México es el país número 20 con más millonarios del mundo, pero también forma parte de los 15 donde existen más personas pobres, con problemas para alimentarse adecuadamente. Una consecuencia de la histórica desigualdad de México. Pero hasta ahora no se conocía cuán profunda es la brecha entre pobres y ricos.
Un estudio presentado en 2017, reveló que los más acaudalados, equivalentes al 1% de la población, acumulan riqueza similar a la del 95% de los mexicanos. Además, dos terceras partes de los bienes y propiedades del país –tierras, empresas, explotaciones mineras o activos financieros, por ejemplo- se concentran en las manos del 10% de los habitantes.
El estudio se llama “La distribución y desigualdad de los activos financieros y no financieros en México”, realizado por Miguel Ángel del Castillo Negrete, investigador del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). Es una medición sobre la disparidad en el ingreso y patrimonio de los mexicanos, realizada para la Comisión Económica para América Latina (Cepal). El documento muestra la forma como durante más de dos décadas de apertura económica y comercial, los beneficios reales se quedaron en unos cuantos.
Un ejemplo: si se repartiera el dinero que acumulan las familias más ricas cada hogar mexicano tendría, en promedio, unos 900.000 mil pesos (US$50.000). “Más que suficiente para que las personas tuvieran una vida holgada”, señala el estudio.
En todo caso, el problema no es la riqueza sino la forma como se reparte, además del modelo que permite la acumulación en unos cuantos. Desde los años 90, México cambió su economía cerrada para atraer inversión extranjera incluso en sectores tradicionalmente protegidos por el Estado, como la explotación petrolera. Las decisiones se tomaron por una élite para una élite, y que han sido fiscalizadas por la misma élite.
Un dato poco conocido es que el patrimonio de los más ricos crece a un ritmo mayor al de la economía. Entre 2003 y 2014, la riqueza aumentó en promedio 7,9% anual, mientras que el crecimiento del PIB fue de 2,6%. Esto profundiza la desigualdad, indica el estudio. Por ejemplo, quienes cuentan con activos financieros tienen más posibilidades de incrementar su fortuna.
Otro de los “argumentos” de la derecha simplona, es la baja expectativa de crecimiento económico para el país, pero veamos: aquellos que no tienen posibilidad de incrementar sus ingresos, y que dependen de su sueldo, cuyo grueso poblacional no asciende a más de 2 salarios mínimos, observan entonces como la riqueza se acumula en ese 1% de la población total. En el lapso del estudio el rendimiento de las inversiones creció en 15% anual, pero el salario aumentó sólo 4% en el mismo período, es decir, tras dos años de que el PAN dejara de gobernar en sexenios consecutivos, la brecha de desigualdad continuó. Para que a Noemí Luna y compañía no se les olvide, veamos como la inercia de supuestos gobiernos blanquiazules de “avanzada” no fue positiva, sino negativa.
El sexenio de Felipe Calderón Hinojosa sumó a 15.9 millones de mexicanos a la pobreza medida únicamente por ingresos –la medición oficial hasta 2008–, ya que en 2006 había 45.5 millones y para 2012 se llegó a 61.4 millones, esto es, 52.3 por ciento de la población, reportó el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
De acuerdo con la pobreza por ingresos, la población en pobreza alimentaria –la que no cuenta con recursos para adquirir la canasta básica– llegó en 2012 a 23.1 millones de personas, mientras que en 2006 eran 14.7 millones quienes se encontraban en esa situación.
En pobreza de capacidades, que incluye a la población que no puede acceder a alimentación, salud y educación suficientes, aunque utilizara todos sus ingresos para estos bienes, había 32.9 millones de mexicanos, 10.8 millones más que en 2006, cuando eran 22.1 millones de personas.
En pobreza patrimonial, donde se ubica a las personas que no pueden cubrir sus requerimientos básicos de vivienda, calzado, salud, transporte público, alimentación y educación, aunque destinaran todos sus ingresos para ello, entre 2010 y 2012 se dio un aumento de 2.9 millones de personas, para llegar en 2012 a 61.4 millones, esto es, más de la mitad de los mexicanos.
Esta medición se comenzó a realizar en 1992, cuando el porcentaje de personas en pobreza patrimonial era de 53.1, cifra que se disparó en 1996 –después del ‘‘error de diciembre’’ de 1994–, cuando llegó a afectar a 69 por ciento de la población, llevó a 46.9 por ciento de mexicanos a la pobreza de capacidades y a la alimentaria a 37.4.
¡Cómo entonces despotricar discursos con una intencionalidad de mero ataque politiquero sin tener conocimiento de origen?. La causa la entiendo, la derecha allegada a los círculos de poder económico no pueden asumir que exista una alternativa que trate de minimizar los efectos de gobiernos enfocados a incrementar las zanjas de desigualdad por mera conveniencia neoliberal.
Y sin más me despido, tajante. Inequitativo reparto de la riqueza, principal causa de la desigualdad, violencia, injusticia y corrupción. Ahí está tu divisionismo Noemí.