Por Adrián Rivera Saucedo *
Dentro de la sociedad en la que nos desenvolvemos, problemas como vulnerabilidad, marginación y sobre todo pobreza, están presentes en nuestra realidad. Con el paso del tiempo, la pobreza se ha hecho más evidente y éste fenómeno social ha afectado a muchas personas, sobre todo a aquellas que radican en estados que no cuentan con una estructura socioeconómica sólida que les permita atender necesidades básicas y contar con un cierto nivel de bienestar.
La pobreza ha sido a lo largo de la historia un fenómeno que ha aquejado a gran parte de la población mexicana, si bien no se cuenta con una definición consensada de éste fenómeno, es entendida como la carencia de algo necesario e indispensable para poder desenvolverse dignamente en sociedad y poder aprovechar las oportunidades de desarrollo. Sin duda alguna, la pobreza es un problema que indudablemente deshumaniza, reduce las capacidades, limita las libertades y genera en el individuo que la padece la imposibilidad de imaginar un futuro diferente.
En un repaso por la historia se puede apreciar cómo la idea de caridad, luego la beneficencia y la filantropía van evolucionando, madurando e institucionalizándose hasta lo que hoy es conocido como asistencia social entendida ésta última como el conjunto de ideas, discursos y acciones que puede brindarse desde el ámbito gubernamental, el religioso y desde el tercer sector (en tanto sociedad civil organizada), en síntesis, es toda acción dirigida a la población que en diversos momentos de la historia ha sido marginada y/o excluida de las condiciones materiales necesarias para su reproducción. La existencia de programas sociales en el país tienen la finalidad de ayudar a los mexicanos situados en pobreza o de bajos recursos a mejorar sus condiciones de vida y aumentar sus niveles de bienestar.
Sin embargo, es necesario preguntarse, cuál ha sido el verdadero impacto de estos programas en problemas como la pobreza, vulnerabilidad y marginación. Muchas han sido las opiniones en torno a este tipo de programas asistencialistas y, si realmente han tenido el impacto esperado, lamentablemente la implementación de éste tipo de programas y el incremento presupuestal que año con año se presenta no es más que el reflejo de un instrumento fallido por parte del gobierno.
Desafortunadamente, estos programas asistencialistas ya no son programas para eliminar la pobreza y aumentar la calidad de vida y el bienestar social, son actualmente programas que solo la administran bajo la acción de un estado (guardián del funcionamiento del mercado, agente promotor y organizador de la libre competencia) que está buscando ya no combatir la pobreza, sino igualar las oportunidades de aquel segmento poblacional más pobre y justificar la desigualdad y la diferenciación social existente en el país.
El origen de la política social para tratar de erradicar este problema se hace presente con la implementación de programas asistencialistas (ó de transferencias monetarias) que buscan incrementar la calidad de vida, el nivel de bienestar y combatir ciertos problemas que manifiesta la sociedad
* Maestro en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma de Zacatecas.














